Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 274)
Cuaderno XII (páginas 1647 a 1652)
(Hoy veremos cómo aplicamos a nuestra Tesis, lo aprendido sobre Peirce)
Aceptamos (y aún conservamos, en su honor, la terminología) los conceptos de Primeridad, Secundidad y Terceridad, pero no como categorías, ya que éstas son de índole absolutamente abstracta (por lógicas), sino como evidencias francas del proceso evolutivo que la realidad nos muestra. Tomando, desde un punto de vista general, el percepto o phanera peirceano podremos decir entonces que, efectivamente, se pueden discriminar en ellos, estos estigmas evolutivos, como también, se lo puede hacer en todas las manifestaciones reales.
Es importante percatarse que, al invocar lo evolutivo, estamos circunscribiendo este posible análisis a los seres vivos, ya que este es un método que permite, mediante la observación, determinar el progreso de los aspectos subjetivos (su emergencia, desarrollo, y en fin, su evolución), y no contempla en ningún momento los aspectos puramente físicos que puedan afectar a toda la materia inerte. Refiriéndonos a nuestras especies (solo analizaremos los sistemas observadores y auto-observados) estamos convencidos que la evolución de los aspectos subjetivos pueden ser explicados mediante estas categorías que hemos tomado prestadas de la Metafísica de Peirce, y que para evitar confusiones, llamaremos: 'fases evolutivas'.
Ajustándonos a los seres vivos que fueron ya considerados como integrantes de nuestro universo, podemos decir que, la complejidad creciente que les asignamos en su momento, tiene su correlato en la aparición de estas fases evolutivas de lo real.
La Primeridad, que como etapa evolutiva inicial, Peirce la asignó (aún en contra de la visión escolástica, de donde la extrajo) al origen, al sentimiento, al azar, al espíritu, entre otros; nosotros se la asignaremos al 'cambio' o transformación. Esto último obedece a que, si algo no cambia, no está vivo. Por tanto, este cambio es la primera y más básica de las manifestaciones subjetivas.
Recomenzamos:
Todas las manifestaciones subjetivas de nuestro universo muestran un mismo contraste de cualidades (según nos lo mostró el lenguaje universal (LU)). Sin este contraste nada puede ser visto o descrito en nuestro mundo ya que está sustentado en una actividad de aspectos complejos (opuestos, complementarios y concurrentes), Esto es posible porque (como ya lo hicimos notar) en los sistemas reales, lo único constante es el cambio.
La constancia de ciclos (opuestos) que se repiten, nos pintan la frondosa complejidad de patrones estables que nos dicen de la riqueza de todo lo que tiene vida en nuestro mundo.
Sin dudas, el elemento central de la realidad subjetiva es el cambio; cambio que es caracterizado desde la estrecha relación planteada entre el desarrollo y la evolución, cambio en fin, que refleja una historia que puede ser relatada o interpretada.
Para comenzar con el relato, tomaremos como guía general algunas ideas de Ch. S. Peirce.
En 1867 Peirce publica junto con su primera teoría de los signos, un artículo que titula "Sobre una nueva lista de categorías", escrito profundamente influenciado por su conocimiento de la filosofía kantiana.
En 1891, influencia ahora por el evolucionismo, publica otro artículo sobre el mismo tema, en donde, sus primeras concepciones se hacen extensivas a la realidad toda. Reproducimos a continuación una pequeña parte de este segundo artículo, a modo de introducción a las ideas peirceanas consideradas aquí:
Nuestro planteo respecto de la estructuración de un hecho real, que tiene como núcleo genérico el PAU, está delineado como sigue: existe una fuente de cambio que llamamos Sujeto (S) (o Primero – 1), un destino de ese cambio que llamamos Objeto (O) (o Segundo – 2) y un elemento intermedio (mediador) que es el cambio (V) en sí mismo (o Tercero – 3).
Lo que para Peirce constituye una unidad que reúne la multiplicidad de lo que se hace presente y a lo que llama representamen o signo, según esté hablando de su estructura o de su funcionamiento, para nosotros representa un hecho real (REM), que responde a la misma lógica básica: el PAU.
Hasta aquí, la correspondencia entre el sistema de Peirce y el planteado en este trabajo no es total, ya que está faltando un elemento. En realidad Peirce propone una cuarta categoría que deja expresada en un párrafo de los escritos sobre su lógica objetiva y en donde habla sobre el origen del universo. (CP 6.217). Allí Peirce nos dice:
Las categorías de Peirce representan tres órdenes de generalidad (tomados de Kant), que observan una estricta disposición jerárquica (tomada de la Escolástica). También se basan en el concepto kantiano de número como una forma de representar la unidad de lo múltiple. Luego, las categorías, son números cardinales (uno, dos o tres) o números ordinales (primero, segundo o tercero) o derivados de estos números: primeridad, secundidad o terceridad. Peirce usa con preferencia los ordinales, dada su estructura jerárquica.
Si bien en esta investigación conservamos parte de la nomenclatura Peirceana, su fundamento y su significado son muy distintos, como ya vimos.
Tal como lo consideramos aquí, para Peirce, todo comienza con la ‘observación’ y la ‘percepción’ y su objeto de análisis es el precepto o phaneron (del griego: phanerós, lo evidente; lo que aparece o se muestra).
Nos dice Peirce (CP 1.288) que no puede haber mayor dificultad en determinar si algo pertenece al phaneron o no, claro que para esto solo se debe considerar los elementos ‘indescomponibles’ (sic), o sea, aquellos que pueden ser clasificados de acuerdo a sus aspectos reales. Manifiesta tener conocimiento de dos clasificaciones de este tipo, aunque acepta que puede haber otras. De estas dos clasificaciones, una es la división de acuerdo a la forma o estructura de los elementos y la otra, de acuerdo a su materia.
Plantea (CP 1.289) cómo es posible que un elemento ‘indescomponible’ tenga alguna diferencia de estructura y entonces, asevera, que desde el punto de vista lógico es imposible, pero desde la estructura externa o lo que es lo mismo, la estructura de sus componentes posibles, son viables diferencias limitadas. Tomando como metáfora el ordenamiento de los elementos químicos según sus múltiples valencias en la tabla periódica, estableció que los elementos del phaneron pueden clasificarse de acuerdo a su estructura, que es dependiente de su valencia.
En nuestro caso tomamos el concepto de ‘valencia’ para explicar la evolución semiótica de nuestro PAU y a la vez lo tomamos, como la ‘fuerza’ que liga sus distintos elementos, estableciendo un símil completo con el concepto químico. (figura)
La figura anterior nos muestra la ‘intimidad funcional’ de un Patrón Autónomo Universal (PAU) y de cómo, evolutivamente, se llega a ella. A diferencia del planteo de Peirce, aquí hemos incluido una categoría más, aquella cuya valencia es ‘0’, pero que, lejos de ser neutra es polivalente. Su valor se justifica, por un lado, porque ‘no se ve’, es decir, no se hace evidente a la apariencia, pero es la ‘fuerza’ que mantiene unidos a todos los demás elementos y por otro lado, que desde el punto de vista lógico, es el ‘lugar de unión’ de los complementarios.
Aquí ⊽ (el núcleo del aspecto profundo) actúa como polivalente, tal como ocurre en la química biológica, por ejemplo, con el átomo de Carbono asimétrico, que es una de las bases de la vida.
Cualesquiera que sean los cambios a los que sea sometida la unidad lógica operativa (PAU), la misma fuerza (⊽) sigue en acción permanente y promueve un cambio ‘reactivo’ oculto que permite, con el tiempo, reorganizar los elementos que liga mediante su polivalencia equilibrada en apariencia, pero que en realidad sostiene una dinámica compleja y explica cómo, elementos tan disímiles (de variadas valencias) pueden formar un sistema estable. Tal como lo sugiere la figura, cada una de las etapas planteadas pueden, de alguna manera, representar las tres categorías Peirceanas, pero como también es evidente, hay una disparidad entre categoría y valencia con lo cual queda clara la no adhesión incondicional al sistema de Peirce.
Habiendo caracterizado los aspectos evolutivos de la unidad operativa, la tabla siguiente es un intento de integración de la suerte evolutiva de toda la realidad subjetiva, tal como aquí se propone y su relación con otras propuestas.
Referencias: S = sujeto - O = objeto - V = cambio evidente - ⊽ = cambio oculto - C = carbono - H = hidrógeno - O = oxígeno N = nitrógeno - Ti = timina - Ci = citosina - Gu = guanina - Ad = adenina - Te = tiempo externo - Ti = tiempo interno
SO = sujeto objetivo - SS = sujeto subjetivo - OO = objeto objetivo - OS = objeto subjetivo
A este universo semiótico, al que podríamos llamarle (pidiendo prestado el término a I. Lotman) semiósfera, el que constituye el semio-sistema en donde nace, se desarrolla, se reproduce y muere, la subjetividad. {¡Brillante final para el capítulo 1!}
¡Nos vemos mañana!
(Hoy veremos cómo aplicamos a nuestra Tesis, lo aprendido sobre Peirce)
Aceptamos (y aún conservamos, en su honor, la terminología) los conceptos de Primeridad, Secundidad y Terceridad, pero no como categorías, ya que éstas son de índole absolutamente abstracta (por lógicas), sino como evidencias francas del proceso evolutivo que la realidad nos muestra. Tomando, desde un punto de vista general, el percepto o phanera peirceano podremos decir entonces que, efectivamente, se pueden discriminar en ellos, estos estigmas evolutivos, como también, se lo puede hacer en todas las manifestaciones reales.
Es importante percatarse que, al invocar lo evolutivo, estamos circunscribiendo este posible análisis a los seres vivos, ya que este es un método que permite, mediante la observación, determinar el progreso de los aspectos subjetivos (su emergencia, desarrollo, y en fin, su evolución), y no contempla en ningún momento los aspectos puramente físicos que puedan afectar a toda la materia inerte. Refiriéndonos a nuestras especies (solo analizaremos los sistemas observadores y auto-observados) estamos convencidos que la evolución de los aspectos subjetivos pueden ser explicados mediante estas categorías que hemos tomado prestadas de la Metafísica de Peirce, y que para evitar confusiones, llamaremos: 'fases evolutivas'.
Ajustándonos a los seres vivos que fueron ya considerados como integrantes de nuestro universo, podemos decir que, la complejidad creciente que les asignamos en su momento, tiene su correlato en la aparición de estas fases evolutivas de lo real.
La Primeridad, que como etapa evolutiva inicial, Peirce la asignó (aún en contra de la visión escolástica, de donde la extrajo) al origen, al sentimiento, al azar, al espíritu, entre otros; nosotros se la asignaremos al 'cambio' o transformación. Esto último obedece a que, si algo no cambia, no está vivo. Por tanto, este cambio es la primera y más básica de las manifestaciones subjetivas.
Recomenzamos:
Fases semiótico-evolutivas de la realidad subjetiva
Todas las manifestaciones subjetivas de nuestro universo muestran un mismo contraste de cualidades (según nos lo mostró el lenguaje universal (LU)). Sin este contraste nada puede ser visto o descrito en nuestro mundo ya que está sustentado en una actividad de aspectos complejos (opuestos, complementarios y concurrentes), Esto es posible porque (como ya lo hicimos notar) en los sistemas reales, lo único constante es el cambio.
La constancia de ciclos (opuestos) que se repiten, nos pintan la frondosa complejidad de patrones estables que nos dicen de la riqueza de todo lo que tiene vida en nuestro mundo.
Sin dudas, el elemento central de la realidad subjetiva es el cambio; cambio que es caracterizado desde la estrecha relación planteada entre el desarrollo y la evolución, cambio en fin, que refleja una historia que puede ser relatada o interpretada.
Para comenzar con el relato, tomaremos como guía general algunas ideas de Ch. S. Peirce.
En 1867 Peirce publica junto con su primera teoría de los signos, un artículo que titula "Sobre una nueva lista de categorías", escrito profundamente influenciado por su conocimiento de la filosofía kantiana.
En 1891, influencia ahora por el evolucionismo, publica otro artículo sobre el mismo tema, en donde, sus primeras concepciones se hacen extensivas a la realidad toda. Reproducimos a continuación una pequeña parte de este segundo artículo, a modo de introducción a las ideas peirceanas consideradas aquí:
Más allá de las connotaciones filosóficas y aún metafísicas que este escrito pueda tener, sirve de fuerte sustento a nuestra visión global de la realidad subjetiva.[...] “Tres concepciones se encuentran siempre a cada paso en todas las teorías lógicas, y en los sistemas más acabados, aparecen como estrechamente ligadas entre sí. [...] Las llamo concepciones [...] de Primero, Segundo y Tercero.Primero es la concepción del ser o del existir independientemente de cualquier otra cosa.Segundo es la concepción del ser relativo a alguna otra cosa, la concepción de la reacción contra alguna otra cosa.Tercero es la concepción de la mediación por la cual un Primero y un Segundo se ponen en relación [...] El origen de las cosas, considerado no como conducente a algo, sino en sí, contiene la idea de Primero; el término de las cosas la de Segundo, el proceso de mediación entre el origen y el término, la de Tercero [...]” (CP 6.32)
Nuestro planteo respecto de la estructuración de un hecho real, que tiene como núcleo genérico el PAU, está delineado como sigue: existe una fuente de cambio que llamamos Sujeto (S) (o Primero – 1), un destino de ese cambio que llamamos Objeto (O) (o Segundo – 2) y un elemento intermedio (mediador) que es el cambio (V) en sí mismo (o Tercero – 3).
Lo que para Peirce constituye una unidad que reúne la multiplicidad de lo que se hace presente y a lo que llama representamen o signo, según esté hablando de su estructura o de su funcionamiento, para nosotros representa un hecho real (REM), que responde a la misma lógica básica: el PAU.
Hasta aquí, la correspondencia entre el sistema de Peirce y el planteado en este trabajo no es total, ya que está faltando un elemento. En realidad Peirce propone una cuarta categoría que deja expresada en un párrafo de los escritos sobre su lógica objetiva y en donde habla sobre el origen del universo. (CP 6.217). Allí Peirce nos dice:
“Comenzamos, luego, con nada, puro cero. Pero este no es el cero de la negación. La nada de la negación es la nada de la muerte, la cual viene como segundo a, o después de algo. Pero este puro cero es la nada de lo que no ha nacido. No hay cosa individual, no hay compulsión, no hay interno ni externo, no hay ley. Es el cero germinal, en el cual el universo en su totalidad está implicado o preanunciado. Como tal él es absolutamente indefinido y una posibilidad ilimitada, una posibilidad sin límites. No es una compulsión, ni una ley. Es la libertad sin límites.”
Las categorías de Peirce representan tres órdenes de generalidad (tomados de Kant), que observan una estricta disposición jerárquica (tomada de la Escolástica). También se basan en el concepto kantiano de número como una forma de representar la unidad de lo múltiple. Luego, las categorías, son números cardinales (uno, dos o tres) o números ordinales (primero, segundo o tercero) o derivados de estos números: primeridad, secundidad o terceridad. Peirce usa con preferencia los ordinales, dada su estructura jerárquica.
Si bien en esta investigación conservamos parte de la nomenclatura Peirceana, su fundamento y su significado son muy distintos, como ya vimos.
Tal como lo consideramos aquí, para Peirce, todo comienza con la ‘observación’ y la ‘percepción’ y su objeto de análisis es el precepto o phaneron (del griego: phanerós, lo evidente; lo que aparece o se muestra).
“En esta unidad física (que en nuestro caso representa un REM) donde se aglutina la complejidad real, se pueden discriminar las tres categorías de Primeridad, Secundidad y Terceridad, ya que son comunes a todo lo que aparece” (Observación de las apariencias – CP 1.287).
Nos dice Peirce (CP 1.288) que no puede haber mayor dificultad en determinar si algo pertenece al phaneron o no, claro que para esto solo se debe considerar los elementos ‘indescomponibles’ (sic), o sea, aquellos que pueden ser clasificados de acuerdo a sus aspectos reales. Manifiesta tener conocimiento de dos clasificaciones de este tipo, aunque acepta que puede haber otras. De estas dos clasificaciones, una es la división de acuerdo a la forma o estructura de los elementos y la otra, de acuerdo a su materia.
Plantea (CP 1.289) cómo es posible que un elemento ‘indescomponible’ tenga alguna diferencia de estructura y entonces, asevera, que desde el punto de vista lógico es imposible, pero desde la estructura externa o lo que es lo mismo, la estructura de sus componentes posibles, son viables diferencias limitadas. Tomando como metáfora el ordenamiento de los elementos químicos según sus múltiples valencias en la tabla periódica, estableció que los elementos del phaneron pueden clasificarse de acuerdo a su estructura, que es dependiente de su valencia.
En nuestro caso tomamos el concepto de ‘valencia’ para explicar la evolución semiótica de nuestro PAU y a la vez lo tomamos, como la ‘fuerza’ que liga sus distintos elementos, estableciendo un símil completo con el concepto químico. (figura)
La figura anterior nos muestra la ‘intimidad funcional’ de un Patrón Autónomo Universal (PAU) y de cómo, evolutivamente, se llega a ella. A diferencia del planteo de Peirce, aquí hemos incluido una categoría más, aquella cuya valencia es ‘0’, pero que, lejos de ser neutra es polivalente. Su valor se justifica, por un lado, porque ‘no se ve’, es decir, no se hace evidente a la apariencia, pero es la ‘fuerza’ que mantiene unidos a todos los demás elementos y por otro lado, que desde el punto de vista lógico, es el ‘lugar de unión’ de los complementarios.
Aquí ⊽ (el núcleo del aspecto profundo) actúa como polivalente, tal como ocurre en la química biológica, por ejemplo, con el átomo de Carbono asimétrico, que es una de las bases de la vida.
Cualesquiera que sean los cambios a los que sea sometida la unidad lógica operativa (PAU), la misma fuerza (⊽) sigue en acción permanente y promueve un cambio ‘reactivo’ oculto que permite, con el tiempo, reorganizar los elementos que liga mediante su polivalencia equilibrada en apariencia, pero que en realidad sostiene una dinámica compleja y explica cómo, elementos tan disímiles (de variadas valencias) pueden formar un sistema estable. Tal como lo sugiere la figura, cada una de las etapas planteadas pueden, de alguna manera, representar las tres categorías Peirceanas, pero como también es evidente, hay una disparidad entre categoría y valencia con lo cual queda clara la no adhesión incondicional al sistema de Peirce.
Habiendo caracterizado los aspectos evolutivos de la unidad operativa, la tabla siguiente es un intento de integración de la suerte evolutiva de toda la realidad subjetiva, tal como aquí se propone y su relación con otras propuestas.
Referencias: S = sujeto - O = objeto - V = cambio evidente - ⊽ = cambio oculto - C = carbono - H = hidrógeno - O = oxígeno N = nitrógeno - Ti = timina - Ci = citosina - Gu = guanina - Ad = adenina - Te = tiempo externo - Ti = tiempo interno
SO = sujeto objetivo - SS = sujeto subjetivo - OO = objeto objetivo - OS = objeto subjetivo
A este universo semiótico, al que podríamos llamarle (pidiendo prestado el término a I. Lotman) semiósfera, el que constituye el semio-sistema en donde nace, se desarrolla, se reproduce y muere, la subjetividad. {¡Brillante final para el capítulo 1!}
¡Nos vemos mañana!