Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 279)

Cuaderno XII (páginas 1677 a 1682)

(Hoy continuamos con algunos apuntes sobre el tiempo interno)

Algunos aportes sobre el manejo del tiempo

Recordamos algunas cuestiones que ya nos habíamos planteado.

¿Cómo se puede acceder al intervalo mismo de tiempo? ¿Se registra éste en algún lugar?

Una forma de responder a las cuestiones planteadas es considerar una propuesta de funcionamiento psíquico en cuanto al manejo del tiempo.

Esta propuesta considera la existencia de una cuña temporal; es decir, aquel ‘espacio de tiempo’ externo (cuantitativo) que media entre un ahora y otro. En forma más simple: la cuña se configura en los intervalos de tiempo durante los cuales no estamos conscientes; o sea, los 12.5 mseg que separan los quantum cognitivos descritos por Llinás y Ribary (1993), que como dijimos es el tiempo que transcurre mientras se lleva a cabo el rastreo rostro-caudal.

Este intervalo de tiempo externo llamado cuña, no existe para nuestra consciencia. No nos es aparente pues, la interrupción del estado de consciencia es tan breve (12.5 mseg), que no la percibimos como tampoco, por la misma razón, existe para el cálculo, pues su valor es igual a cero.

Que no se nos haga consciente no quiere decir que en la realidad y durante este tiempo, no pase nada. ¡Sí que pasa! Lo que ocurre es que durante ese lapso temporal no estamos en contacto con el entorno y por tanto no somos conscientes de él y la ciencia tampoco.

En este trabajo se propone que en esta cuña temporal no aparente reside lo que Bergson (1889 - 1999) genialmente definiera como duración y que en este trabajo se propone como morada del tiempo interno, del tiempo cualitativo o tiempo psíquico (o como se lo quiera llamar); cuña que queda entrelazada en el comportamiento heterárquico de los circuitos neuronales.

Un modelo del tiempo interno

La propuesta de un modelo del manejo del tiempo interno lleva como propósito el registro del ‘muestreo’ de los hechos reales que se despliegan en el universo semiótico propuesto en el capítulo 1.

Al definir en detalle el funcionamiento de este modelo se espera arrojar algo de claridad sobre algunos aspectos psíquicos trascendentes, como son:
a) La coordinación de las respuestas ante un requerimiento determinado.
b) La estructuración psíquica mediada por la experiencia.
c) El estructurar la identidad; es decir, caracterizar lo subjetivo.
d) El enmarcar la actividad cognitiva con el fin de aproximar alguna respuesta al mecanismo de comprensión de nuestro lenguaje natural.

Desde 1890 (con W. James, 1950) la psicofísica se dedicó a estudiar seriamente la cuestión del tiempo. Este estudio se encausó fundamentalmente hacia tres aspectos:
i) Sucesión u ocurrencia secuencial de eventos (cambio).
ii) Duración o las distintas características de los eventos.
iii) Perspectiva temporal o experiencia individual concerniente al pasado, presente y futuro.

Revisaremos rápidamente los modelos del tiempo psicológico (Block, 1990: 1)
que, de alguna u otra forma, han servido como antecedentes al propuesto en esta investigación.

- Modelos basados en la sucesión: Algunos consideran tanto la sucesión como la simultaneidad y están orientados a establecer la resolución temporal del sistema perceptivo. Otros, en cambio, tienen en cuenta el momento psicológico o perceptual.

Basado en uno previo (1955), Stroud (1967) propone el modelo del momento discreto con el que sugiere que la información percibida es procesada en ‘muestras’ no superpuestas (temporalmente discretas) o rastreo; aunque no considera el orden perceptual.

Allport (1968) propone un modelo que lo llama modelo del momento de viaje. Lo compara con una ventana fija (momento discreto) que está en continuo movimiento y lo asocia al ritmo cerebral alfa (8 – 12 Hz).

Kristofferson (1984) identifica una función discreta que subyace a la discriminación de la duración temporal en sujetos entrenados. Concluye que este ‘quantum de tiempo’ no tiene una periodicidad fija y asume los siguientes valores: 12.5, 25, 50 y 100 mseg. El autor no da precisiones sobre el origen de estos tiempos.

Hay otros modelos de la sucesión que se basan en el presente psicológico (presente consciente). James (1950, T1: 608) tomando prestado el término de E. R. Clay, lo llamó el presente especioso[1] y lo compara metafóricamente con el sentarse en la parte de atrás de una silla de montar; posición desde la cual podríamos ‘observar’ el tiempo en ambas direcciones.

Todos los modelos propuestos miden, a nuestro juicio, el tiempo de ‘atención’ y no el presente. Para nosotros el presente es la sensación de flujo continuo (eterno). La duración solo es percibida cuando tenemos a la mano un reloj (en el sentido lato[2]) que podamos consultar, de lo contrario, el presente es un AHORA ETERNO.

- Modelos basados en la duración: Los hay que recurren a una valoración de la memoria para explicar la duración, pero nos interesan particularmente los modelos cronobiológicos.

En esta investigación partimos de la siguiente premisa: ‘toda la realidad es un ‘reloj’ ya que está basada en el cambio’. Dicho lo anterior, revisaremos algunos modelos que puedan resultar adecuados para fundamentar nuestra propuesta.

Hay modelos basados en relojes externos que consideran, entre otros, los ritmos circadianos. Los hay, en cambio, aquellos que se respaldan en relojes internos, los cuales revisten para este trabajo mayor interés. Entre ellos está el modelo de Hoagland (1933, 1966) que atribuye varios comportamientos temporales a un simple mecanismo: ‘procesos químicos del cerebro’ y lo llamó reloj químico maestro.

Otro modelo interno es el de Treisman (1963) en el cual sin especular sobre su base química o neural y extendiendo el modelo de Hoagland, propone un reloj interno en donde un marcapasos produce una serie regular y fija de pulsos que no se modifica con el nivel de conciencia. Intentó relacionarlo con el ritmo alfa.

Thomas y otros (1975a y 1975b) propusieron un modelo matemático basado en la siguiente fórmula: r(I) = af(t,I) + (1 – a)g*(I), la cual intenta decirnos que la duración percibida (r) de un intervalo que contiene cierta información (I) guarda una relación monotónica[3] con el promedio de la cantidad de información codificada por dos procesadores: el procesador de información temporal o reloj [f(t,I)], y el procesador de información no-temporal [g*(I)]. La atención se ‘dividiría’ entre estos dos procesadores, los cuales, funcionan en paralelo (son simultáneos). La duración percibida sería ponderada mediante el parámetro probabilístico (a) para optimizar la confiabilidad de la información que cada procesador codifica. Mientras más atención es capitalizada por uno de los procesadores el otro se vuelve menos predecible. Esto es, cuando (a) se aproxima a 1, el sujeto codifica más información temporal; en cambio, cuando (a) se aproxima a 0, el sujeto codifica más información no-temporal. Este modelo tiene, para nuestro trabajo, un importante valor como antecedente pues con otros parámetros y connotaciones, describe de alguna manera, el manejo que haremos en esta investigación del tiempo y de la conciencia.

Para finalizar esta rápida revista de los antecedentes invocamos las palabras de James (1950, T1: 619) quien asevera:
“...La conciencia del cambio es la condición de la que depende nuestra percepción del flujo del tiempo; pero no existe ninguna razón para suponer que los cambios propios de un tiempo vacío sean suficientes para que emerja la conciencia del cambio. El cambio debe ser de alguna forma concreta, una serie sensible externa o interior, o un proceso de la atención o volición”.
[1] Specious present: presente aparente, artificioso, engañoso.
[2] Cualquier cambio sirve de referencia para valorar que el tiempo ha transcurrido. Es decir, es tanto un reloj, el aparato que lleva ese nombre específico, como por ejemplo, el cambio en la intensidad de la luz a lo largo del día.
[3] Relación monotónica: es aquella que va en una sola dirección e implica que cuanto crece uno de los factores, crece el otro, o inversamente, decrece.

¡Nos vemos mañana!