Una imaginación sin límites

"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro"

El 14 de marzo de 1879, en Ulm, Württemberg, Alemania, nace el autor de estas y otras tantas frases cargadas de una simple, pero fina ironía, propia de una mente brillante.

Einstein no era un idiota cuando niño. Tendía a repetirse, pero no era disléxico como se afirma a menudo. Los compañeros de la escuela primaria se burlaban de él asignándole el mote "Biedermeier" (tonto), porque parecía aburrido. Aunque su madre Paulina escribía en agosto de 1886 que el niño, ahora de 7 años, era 'una vez más' el primero de la clase.

"Eres un chico inteligente, Einstein, muy inteligente" - le decía uno de sus profesores - "Pero tienes un gran defecto, nunca das nada por descontado". Un defecto, que sin lugar a dudas, fue su gran fortuna.

Estos pequeños pasajes de su niñez quizás sean suficientes para comprender por qué, en su juventud, fue incapaz de aceptar, sin críticas, una teoría elaborada por otro. Evidentemente, no era su naturaleza. Armado solo de su intelecto y de su 'experimento mental', Einstein fue insuperable en desbaratar una teoría usando, únicamente, su fuerza intelectual y su imaginación sin límites.

Desde adolescente imaginaba el viajar a la velocidad de la luz, e inclusive, el ir sentado al frente de una de sus ondas; preguntándose frecuentemente, ¿Cómo se verán las cosas cotidianas desde un lugar tan privilegiado, y en esas circunstancias? Ya desde entonces intuía que la luz se movía a una velocidad finita. Este, tal vez sea su primer 'experimento mental', que llevó a cabo mucho antes de haber completado sus estudios de física. Fue su imaginación quien le permitiera uno de sus más grandes triunfos.

(Fuente: Einstein secondo me di John Brockman)