El dueño de la aventura deseada

Hace 160 años nacía quien le cambió el significado a la palabra 'psiquis'. De ser la protagonista de un mito latino sobre una divinidad griega que representaba la personificación del alma, pasó a ser la referencia del aparato mental definido en contraste al cuerpo; pero además, como el reservorio de energías conflictivas y deseos disfrazados que delinean, en parte, el inconsciente individual.

Si bien el inconsciente no fue un descubrimiento de Freud, basándose en su infancia, nos enseño que estaba poblado de brumas, imágenes ilusorias, seres familiares y extraños, miedos y recuerdos que no conocíamos. Nos enseñó que tanto en la vida cotidiana a plena luz del día, como en los sueños o en franco estado de locura, los 'habitantes' del inconsciente se confunden y luchan entre sí por prevalecer; fuerzas reprimidas que no somos capaces de integrar a nuestras vidas y que pueden permanecer ocultas, hasta que un 'recuerdo' de la infancia, de esos que se grabaron en nuestra psiquis cuando transitábamos nuestra 'amnesia infantil', los trae a la palestra y los erige como amenazas peligrosas.

Freud fue quien nos mostró que esos recuerdos, los del inconsciente, deben provocar nuestra fascinación, porque en ellos está la clave de una aventura deseada por todos: el descubrimiento de nosotros mismos.