La importancia de ser Ernesto


Cuando comencé a transitar, solo, la huella cenagosa de la vida,
Y el temor y la inexperiencia lograron, por momentos, desdibujar el camino,
No atiné, en un principio, linde alguno que indicara lo correcto o lo desatinado,
O me hiciera retroceder sobre mis propios y desdibujados pasos.
Por fortuna, la claridad naciente me obsequió una presencia distante,
Aunque manifiesta de a poco y en silencio, propio de las furtivas compañías,
O de las grandes revelaciones o de los simples hechos.
Las sucesivas auroras poblaron mi universo de tornadizas sombras,
Pero también de una única y tenue luz. Ni faro, ni atalaya, sino señal.
Ni gesto, ni palabra, sino atisbo de solidaridad y amistad.
Hoy, luego de muchos años, aquella luz que supo ser sol y estrella refulgente,
se apagó. Ahora comprendo lo difícil que es despedir a un amigo.

Dante Roberto Salatino