Dante Alighieri: Los 700 Años de Vigencia de una Tragedia con Final Feliz

La Divina Comedia, más allá de ser una obra maestra, dio lugar al pensamiento renacentista, dejando atrás el pensamiento medieval. Además, dio a conocer al pueblo mediante una alegoría epopéyica escrita en dialecto toscano, una crónica de los hechos que sucedían tras los muros culturales que pergeñó, disimulados por un latín culto, la cruz de Roma.

Dante, en su Comedia, nos habla de los dos niveles en que se puede dividir la naturaleza humana, y lo hace caracterizando su magistral composición como una 'narración poética', y a la vez, como una 'obra doctrinal'. Niveles que luego estructura de distintas formas. Más allá de los detalles que hasta pueden ser irrelevantes, lo que el poeta nos está planteando a sus lectores es una verdadera 'hazaña filosófica' expresada en un símbolo, el cual divide al hombre en un 'alma racional' que se encuentra unida a la materia del cuerpo. Esta unión es lo que le permite al hombre, y solo a él, obrar de una manera peculiar. De esta forma tan particular y sutil, no exenta en muchos casos de una magnánima indulgencia, deja constancia, principalmente en sus dos primeros cánticos (Infierno y Purgatorio), de la condena que les corresponde a los pecadores y corruptos de su tiempo, tanto gobernantes como eclesiásticos. 


Fotos: Diego Salatino

Por lo dicho hasta aquí, se puede concluir que la Divina Comedia, no es lo que parece, o sea, una alegoría cargada solo de religiosidad y virtuosismo, sino una severa crítica a los avatares políticos de su época, en especial centrada en sus notorios personajes. El final feliz de una tragedia es planteado con maestría prefigurando su partida de este mundo, en procura de lograr la compañía eterna de Beatriz, que en algún lugar del Paraíso, posiblemente en el Empíreo, lo esté esperando. El Infierno y el Purgatorio representan a las claras, sitios terrenales, pero el tercer y último cántico describe un mundo etéreo compuesto por nueve cielos y las estrellas. En ese Paraíso, al cual aspiraba llegar, había un lugar especial: la cuenca de la Cándida Rosa, o esa especie de anfiteatro que es el hogar eterno de las cándidas almas dispuestas en dos grupos, aquellas que creen en el Cristo que vendrá, y las otras, que creen en el Cristo que ya vino. 

A los 700 años de su paso a la inmortalidad.

Dante Roberto Salatino