El poema
En un ademán incierto me dispongo a herir el blanco papel con el estilete de mi pluma, pero me invade y me abruma tanta belleza. Surgen e inmediatamente se diluyen los personajes. Los escenarios, relativos en sí mismos, gravitan en el relato pero no en mi narración. Se inflaman mis afectos aunque menguan los rencores. Desesperan en tropeles las ideas. Se manifiestan tímidos, alelados los pensamientos. ¿Cómo contar una historia que es simultánea, mediante un lenguaje que no lo es? Borges nos enseñó que considerar el tiempo como una sucesión lineal es un error. Esta revelación, que tal vez presentía como si fuera parte de mis genes, me empuja y hasta me 'ordena' discurrir en círculos, pero no viciosos sino virtuosos. La génesis y el aniquilamiento se superponen. Definen, es decir, le dan un torpe límite a mi universo, vanidoso y nostálgico. La desafiante hoja sigue en blanco, aunque comencé a contar una historia que ya, casi, no me pertenece. Evadir el lenguaje escr...