Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 361)

Cuaderno XV (páginas 2171 a 2176)

(Hoy comenzaremos con el análisis de un tema que he preparado para mi segundo libro: "Psiquis". Veremos un posible funcionamiento de los procesos psíquicos y operativos de nuestra psiquis)

ENTRE LA OBSERVACIÓN, EL RELATO Y LA DESCRIPCIÓN - LOS PROCESOS OPERATIVOS

La subjetividad, en el hombre, resulta de una integración de aspectos volitivos y cognitivos, y sus manifestaciones evidentes, de una confluencia de procesos psíquicos y procesos operativos.
Todo proceso subjetivo debe ser considerado desde dos niveles distintos, el superficial o evidente y el profundo u oculto.

Vamos a analizar funcionalmente los procesos psíquicos que se llevan a cabo utilizando ideas y pensamientos, y los procesos operativos respectivos, involucrados en la comunicación de estos productos psíquicos. Para ello, me pareció oportuno analizar lo que sucede en la psiquis de alguien que decide, por ejemplo, escribir una novela. De esta manera será más sencillo explicar algunos mecanismos complejos que se sustentan en toda la estructura y fisiología descrita en otra parte. El elegir un género tan específico como la novela no constituye una limitación como se podría suponer, de hecho, no importa el género que se escriba, los procesos psíquicos que se ponen en juego son los mismos y de la misma forma; lo que sucede es que la novela dadas sus características tan particulares, y aunque parezca extraño, en su evolución histórica nos muestra de una manera muy marcada, las distintas etapas por las que pasa nuestra psiquis en todo proceso de elaboración; algo tantas veces descrito desde la Psicolingüística, pero que cada vez se comprende menos.

Por otro lado, el asignarle todo el peso psíquico a los procesos de escritura, puede aparecer en primera instancia, como una mayor limitación aún; sin embargo debemos decir que, y lo vamos a demostrar, el autor, el narrador y el lector de una historia son en realidad, solo uno y el mismo sujeto.

Por tanto está asegurada la pertinencia de todos los procesos que vamos a caracterizar, no importando si son consecuencia del narrar, de la escritura o de la lectura, procesos éstos, que como estamos sugiriendo no necesitan, en esta oportunidad, ser diferenciados porque son la misma cosa ya que derivan de nuestra comprensión, esto es, son un producto de nuestro pensamiento teórico o abstracto.

Como guía de la caracterización histórica de la novela vamos a tomar del excelente trabajo de Bajtin, "Teoría y estética de la novela", el capítulo en donde habla de las formas del tiempo y del cronotopo en la novela (1989, pp. 237-409), como la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura; aunque prescindiremos prácticamente de las relaciones espaciales, puesto que son los ‘distintos tiempos’ los que explican el funcionamiento psíquico sustentado en los últimos hallazgos neurobiológicos.

Para cumplir con nuestro objetivo vamos a cambiar el término cronotopo, que etimológicamente deriva del griego, y en su traducción lineal significa tiempo-espacio, por el neologismo más afin a nuestros propósitos, tempótropo, el cual deriva de una conjunción etimológica grecolatina (tempo del latín témpus (tiempo), y trópo - τρόπος del griego (dirección, actitud, manera, modo de ser o estar, calidad, particularidad). De esta forma, los distintos tempótropos demarcarán las particularidades dinámicas de los tiempos que vamos a considerar, así como su alcance e incidencia en las distintas etapas y manifestaciones de los procesos psíquicos.

Así como se han asimilado ciertos aspectos del tiempo a medida que se modificaba el estado de evolución histórica de la humanidad, también y curiosamente, ha sucedido algo similar en la evolución psíquica. ¿Será esta última la condicionante de la primera? En cualquier caso, vamos a demostrar cómo el alcanzar una cierta estabilidad topológica (estabilidad en las relaciones) de los componentes de las estructuras psíquicas, condicionó la forma en que, actualmente, llevamos a cabo los distintos procesos psíquicos que aseguran nuestra supervivencia biológica, psíquica y social.
No vamos a abordar la novela, como género, en su integridad ya que excederíamos los alcances de este libro, sino solamente lo referido por Bajtin como novela antigua, a la cual divide en tres tipos esenciales: a) la novela de aventuras, b) la novela costumbrista, y c) la novela biográfica. El manejo del tiempo en estos tres tipos se superpone con asombrosa exactitud al que realiza cada uno de los tres estamentos psico- estructurales que hemos desarrollado en este trabajo, y no solo eso, sino que además da una explicación coherente de la funcionalización de dichos tiempos.

Cada uno de los niveles psíquicos estudiados aquí tiene una correspondencia absoluta con alguno de los tres sistemas reales descritos por la lógica transcursiva como los que definen la realidad subjetiva (Salatino, 2012). En otros términos, el sistema bio-externo que está representado por las estructuras neurobiológicas que dan sustento, a su vez, a la estructura psíquica; el sistema psico-interno que radica en los aspectos neurofisiológicos que posibilitan la actividad volitivo-cognitiva; y el sistema socio-cultural que mediante la coordinación de todas las estructuras cerebrales (cerebro neuronal, cerebro visceral y cerebro cortical) permite la vida de relación.

La distribución anterior se corresponde con la disposición del aparato psíquico propuesto por Sigmund Freud, algo que ya conoceremos cuando hablemos sobre los pensamientos y las ideas.

Volviendo a la novela, analizaremos el tiempo de la aventura. El tempótropo de la aventura se caracteriza por ser absolutamente nuevo y con capacidad para ‘fabricar’ un mundo ajeno a la realidad cotidiana, en donde, entre los ‘instantes argumentales’ no hay nada. Es un tiempo que se sitúa fuera del tiempo biográfico. Todo lo que pasa entre el principio y el final de la historia constituye un ‘hiato extratemporal’ al tiempo biográfico (Krónos). Este hiato no deja ninguna huella evidente o aparente en la vida de los protagonistas, ya que no reconoce la duración biológica elemental; la edad de los participantes es igual al comienzo que al final, por tanto no puede ser medido ni calculado; ese hiato en fin, representa la ‘cuña temporal’ entre dos tiempos biológicos: el del despertar de un deseo [En este tipo de novela surge una pasión irrefrenable al comienzo de la historia, la cual permanece invariable a pesar de los avatares por los que pasa la pareja protagonista, resolviéndose con una boda que convalida la satisfacción de un deseo mutuo inicial. Estos dos tiempos afectivos, precisamente por ser tales, aparecen como continuos, o como si la boda se hubiera consumado al otro día de ocurrido el primer encuentro, a pesar de la larga lista de acontecimientos relatados entre tales tiempos] (Aión) y su satisfacción (Kairós). Este tempótropo carece por completo de la linealidad del tiempo cronológico (Krónos), por tanto, desde esta óptica es ‘atemporal’, es decir, visto desde ‘afuera’ no tiene duración alguna. Así, todos los acontecimientos que se dan en la aventura, no pertenecen en apariencia, ni a la serie temporal histórica, ni al tiempo de la vida corriente, ni al de la biografía, ni al de la biología elemental de la edad, esto es, no forman parte de Krónos.
El tempótropo de la aventura está compuesto por una serie de segmentos cortos, que para la lógica transcursiva tienen una duración de 12,5 mseg, y que corresponden a distintas aventuras o hechos. Dentro de cada hecho, el tiempo es organizado exteriormente, o sea, desde el pasado, lo cual permite distinguir el presente del futuro.

Estos ‘fragmentos temporales’ se introducen en el relato, por ejemplo, mediante la expresión adverbial ‘de repente’, con lo cual se pretende dejar constancia de una ‘simultaneidad’.
La temporalidad de la aventura es infinita y cíclica (desde que está manejada por Aión), y está dirigida por el suceso o hecho real; esa intervención instantánea de la ‘irracionalidad’, de lo inconsciente que se liga ‘de repente’ a través de los ‘puntos de ruptura’, los ‘ahora’, que conectan mediante el pliegue del tiempo (Kairós) al tiempo de la cotidianidad (Krónos) con el tiempo interno (Aión), dejándole el protagonismo, durante ese ‘instante atemporal’, a las fuerzas ‘non humanas’ [Bajtin, "Teoría y estética de la novela", p. 248] (ancestrales) de la libido, o a quien pertenece la iniciativa del tiempo de la aventura.

El universo del tiempo de la aventura es, en apariencia, extraño por indefinido, por desconocido y ajeno; en donde solo existen las coincidencias absolutas de las identidades y las coincidencias relativas de la cognición. Aquí, Bajtin, está describiendo las características propias del inconsciente freudiano y dentro de él, del Ello. Por tanto, no coincido con el autor en tildar de ‘exótica’ a la novela de aventuras, pues aquí sí existe una confrontación intencional de lo que es ajeno con lo que es propio, y justamente, no hay nada más propio que nuestro inconsciente. El ajuste temporal de la novela de aventuras al inconsciente es tan preciso, que también se debe incluir en él al soñar. Los sueños comparten absolutamente el tempótropo de la aventura, y es por eso que los relatos oníricos distan mucho de lo que realmente significan, o nos están diciendo sobre la estructura y función psíquicas. Ya hemos hecho un análisis pormenorizado de este particular estado de la consciencia, aquí baste con remarcar que el tiempo primordial del soñar es Kairós.

Dado el manejo temporal que se hace desde la estructura psíquica alojada en el inconsciente, es decir, el ciclado por el futuro partiendo desde el pasado y prescindiendo del presente, al cual solo se accede en el ahora (Kairós), es que allí se llevan a cabo, durante la cuña temporal descrita anteriormente, junto a las transformaciones profundas que ligan el sujeto y el objeto, los procesos psíquicos ‘nobles’, o aquellos que aportan a la funcionalización de dicha estructura. Estos procedimientos son, en orden de importancia y complejidad: el conocer o capitalizar una vivencia; el interpretar, o a través de una especie, darle sentido a un hecho real; y el comprender o elaborar un pensamiento teórico o abstracto.

Resumiendo entonces, cuando uno escribe una novela (como cuando la lee o simplemente narra una historia), necesariamente tiene que pasar por estos tres procesos fundamentales descritos; algo que también ocurre en cualquier actividad psíquica que lleve adelante un cerebro humano, maduro y normal. Esto mismo ocurre con los elementos que identifican a la novela de aventuras, y que aparecen también en los otros tipos de novelas y aún en todos los demás géneros literarios. En este sentido se comportan como una estructura primordial y universal que, aunque a veces no sea simple detectarlos, siempre están. Luego veremos su relación con los procesos operativos.

[continuará ... ]

¡Nos vemos mañana!