Historia de la Lógica Transcursiva (Capitulo 283)

Cuaderno XII (páginas 1701 a 1706)

(Continuamos elaborando el capítulo 4, y hoy analizaremos la tipología genética y la genética del lenguaje humano)

Antes de comenzar hacemos un resumen de los sustentos biológicos y de otros tipos del capítulo 4:
PAU = (superficial) → S (bacteria (reproducción) - Margulis -- V (cronocito (tiempo/acción/cambio)) -- O (arquea (metabolismo) - Hartman ⇉ Tiempo externo (binario) - Jerarquía (árboles)

PAU = (profundo) → O -- ⊽ (cambio oculto (equilibrio puntuado) - Gould) -- S ⇉ Tiempo interno (continuo - profundo)

LU → tipología → basada en el orden de las palabras (sintaxis)

Otros autores: Greenberg - Drayer - Sapir - Worf - Bickerton - L. Cavalli-Sforza (genetista) - Levi-Strauss (antropólogo)

Mitocondria y otros: LU = distintas variantes en una determinada familia/adquisición de otras lenguas

Urbilateria (Sampedro) = evolución genética y variabilidad evolutiva

Hox y otros: origen de las distintas lenguas

Efecto Baldwin : herencia social adquirida por la experiencia → hábito → estrategia → cortesía (Watts - Brown&Levinson - Sperber&Wilson, etc) -- ¿Por qué REM y no MEME? ¿Por qué no imitación?

Tipología genética del lenguaje natural humano:

Veremos algunos aportes más que hace la biología evolutiva actual y que darán mayor solidez a nuestro enfoque.

Tomaremos como referencia el libro de J. Sampedro: "Deconstruyendo a Darwin" (2002). El autor nos dice (p. 56) que toda célula eucariota es una ‘máquina’ que está compuesta por varias máquinas proteicas más pequeñas de las cuales, la mitad aproximadamente, están dedicadas a la manipulación genética y el resto a tareas metabólicas de construcción (estructurales) y de control funcional. Estas máquinas son universales, no así las proteínas que las componen. Esto es muy importante porque está sugiriendo que la novedad evolutiva NO está, en este caso, dada por los genes (como sugieren los neodarwinistas), sino por ‘las máquinas’ (los procesos). En nuestro caso, estas ‘máquinas’ darían sustento a los distintos autómatas finitos que operan en el PAU genérico para asegurar la homología reinante entre los tres sistemas reales.

Otro de los aportes evolucionistas actuales que tomaremos en consideración es una posible explicación al enigma de la especiación (Se conoce como especiación o cladogénesis al proceso mediante el cuál una población, reproductivamente aislada de su especie madre, da lugar a otra u otras especies. (Lewin, 2005, p. 21)), que Sampedro nos muestra (p.68), al reflotar la teoría del equilibrio puntuado de Eldredge y Gould (1972), la cual propone que un gradualismo genotípico (oculto) promueve en forma brusca e inadvertida ‘saltos’ fenotípicos, lo cual contradice absolutamente el gradualismo fenotípico darwiniano y neodarwiniano. (figura siguiente).




La figura adjunta pretende mostrar, esquemáticamente, el origen de las especies según la teoría de Darwin (1859) (gradualismo), que propone una evolución de las especies sin saltos fenotípicos (algo que nunca se corroboró, pues no se han encontrado hasta hoy, los estadios evolutivos intermedios entre las especies. El famoso ‘eslabón perdido’), y según la teoría del equilibrio puntuado (1972) en donde, de una manera brusca (binaria, como lo muestra esquema inferior en el nacimiento horizontal de las ramas del árbol), aparecerían nuevas especies (corroborándose un salto fenotípico que no requeriría el hallazgo de elementos intermedios) como producto de un gradualismo genotípico (oculto, no evidente) que justificaría perfectamente los saltos fenotípicos que nos muestra la evidencia fósil.



Finalmente consideraremos, sucintamente, una posible respuesta de la teoría evolutiva alternativa, a otro de los enigmas genéticos que nos será de utilidad cuando abordemos algunos de los planteos estructurales del sistema socio-cultural. Nos estamos refiriendo al fenómeno del empalme de ARN (Sampedro, 2002, p. 49)(figura adjunta).
La molécula de ADN que ocupa un gen tiene una disposición particular (figura). En los genes, son los exones los que contienen la información para producir una proteína dada. En estos casos, cada exón codifica una porción específica de la proteína completa, de manera tal que el conjunto de exones forma la región codificante del gen. En las eucariotas los exones de un gen están separados por regiones largas de ADN, llamadas intrones, que no tienen participación aparente en el código proteico. El proceso completo de codificación proteica, tal como lo muestra la figura anterior, consiste básicamente en que, el ARN hace una transcripción del código (formándose una molécula de ARN que es una copia complementaria de un segmento del ADN), pero también de los segmentos de ADN que no portan, en apariencia, información alguna (los intrones) (por eso se llama a este ARN, inmaduro). Una ‘máquina’ formada por un centenar de proteínas y media docena de pequeñas moléculas de ARN se encarga de seccionar los intrones para descartarlos y de provocar el ‘empalme’ de los segmentos ‘nobles’ de ARN (los exones) (formándose el ARN maduro). Mediante un proceso de traducción, el ARN maduro (conocido también como ARN mensajero) ‘arma’ una molécula proteica específica, uniendo aminoácidos cuyas moléculas sean complementarias a sus segmentos codificados. Surgida la proteína, un proceso de ‘plegado’ le da su funcionalidad específica.

Ahora, ¿Para qué sirven los intrones? (Sampedro, 2002, p. 51)

Richard Roberts y Phillip Sharp descubrieron, en 1973, que un gen podía aparecer de forma discontinua en la cadena de ADN con secciones que no servían para codificar las proteínas. Estas secciones se denominaron intrones y estos investigadores recibieron el Premio Nobel (Sharp, 1993) por su descubrimiento. Los intrones llegan, en el genoma humano, a ocupar un 30% de las bases de los genes. Podemos entenderlos como código que se introduce en la cadena que expresa el gen, pero que no sirve para construir una proteína. En los últimos años se ha comprobado que no se trata simplemente de ‘basura’ sin utilidad ya que, además de intervenir en el proceso de plegado de la proteína (lo que le da su expresividad funcional), parece que cumplen otras funciones.

W. F. Doolittle y W. Gilbert propusieron, en 1978, que el exón podría representar una unidad funcional, pero no del gen (el gen no es más que un ‘texto’), sino de la proteína que el gen significa.

Haciendo una comparación lingüística podríamos decir que el exón representaría, no un indicador funcional ‘textual’, sino del ‘discurso’; un marcador discursivo, útil para diferenciar desde el punto de vista tipológico, las distintas lenguas. Muchísimas proteínas están hechas de segmentos especializados (utilizados para: catalizar una reacción; aportar energía; interactuar con otra proteína; anclarse a una membrana celular; o colocarse en uno u otro compartimiento) que según esta propuesta, funcionarían como módulos. Sampedro (2002, p. 52) sugiere, a su vez ,la posibilidad teórica de una evolución por ‘barajado de exones’; es decir, uniones improvisadas de exones en cualquier punto de un intrón. La máquina de empalmar se encargaría de eliminar el intrón y pegar dos exones de genes vecinos en un solo gen, permitiendo así, injertar novedad y variabilidad evolutiva sin alterar para nada la ‘lectura’ habitual del ‘texto’ genético, ni agregar ni quitar nada a los textos que ya se encontraban en el gen receptor. Verdaderos marcadores discursivos que sin participación sintáctica en el texto de base, sirven para establecer ‘relaciones’ entre módulos funcionales y por ende, dar origen a una ‘nueva función’ distinta de las que estaban codificadas en el ADN genómico; promoción de una novedad evolutiva que, en el caso del lenguaje natural (conservando las analogías), podría explicar perfectamente el surgimiento de nuevas lenguas. La figura anterior resume la propuesta presentada.

La máquina de empalmar es una ‘marca de fábrica’ de las eucariotas y es muy parecida en todas ellas. La teoría propuesta por Margulis sobre el origen de las eucariotas no explica por qué las bacterias que se suponen las originaron, no tienen nada parecido a esta máquina, luego, ¿de dónde salió?

Las bacterias tienen intrones en algunos de sus genes y usan ARN para liberarse de ellos, lo único distinto es que en este caso, el propio ARN del intrón es el que hace el ‘corte’ y el empalme. Las reacciones químicas que se llevan a cabo en este proceso son las mismas que durante el funcionamiento de la máquina de las eucariotas, por tanto es posible que este ARN bacteriano, al evolucionar, se haya transformado en las pequeñas moléculas de ARN de la máquina de empalmar que termina siendo, en las eucariotas, el centro mismo de coordinación de ‘todas las máquinas’ que intervienen en la compleja lectura de la ‘expresión genética’ (el PAU que hilvana todos los Sistemas Reales y da sustento al origen de todas las lenguas).

Este mecanismo biológico (teórico) sugerido es de utilidad, ya que permite fundamentar una tipología genética del lenguaje natural humano, y por otro lado nos servirá, cuando en el punto siguiente, tratemos de explicar por qué las distintas estructuras gramaticales tienen distinta posición (lo que hace que la tipología habitual basada en la sintaxis pierda valor), y por ende, distinta función en las distintas lenguas haciendo de una expresión vernácula algo particular que puede o no compartir estructuras y/o significados con otra, por muy vecina que esta sea (Español y Vasco, por ejemplo).

Genética del lenguaje natural humano:

Disponiendo de los elementos aportados anteriormente trataremos de esbozar un posible origen del lenguaje natural del hombre y a través de él, el de las distintas lenguas que hoy conocemos.

Se parte de dos supuestos básicos: en primer lugar, cada subjetivón es el equivalente a una célula nucleada ancestral, lo cual constituye el aspecto superficial de la estructura lógica universal (PAU). En segundo lugar, cada una de estas ‘células’ tiene además de su núcleo (lo que se ve), una o más ‘organelas’ como un componente anexo del nivel lógico profundo.

Si se acepta lo anterior podemos proponer que el LU está distribuido según seis dominios, en dos variantes, y el lenguaje natural (LN) de acuerdo al Dominio (núcleo) y una serie de modalidades (organelas), que cumplen una función de tipificación.

El esquema DOMINIOMODALIDAD daría lugar a una taxonomía ‘con sentido’ de las diversas lenguas humanas. La clave de su utilidad estaría en las ‘organelas’, es decir, en las distintas modalidades que, en la práctica, pueden representar desde un símil del LN humano, hasta el LN de los unicelulares nucleados, pasando por el LN de los animales (según lo propuesto en el capítulo 2).

Por otro lado es posible, como ya vimos, variantes con organelas incompletas que contemplen las identidades que operan en el LU y hasta en un caso extremo, las identidades que operan por separado con las distintas especies, en su formato superficial o profundo. Este esquema dará la posibilidad de acercar alguna explicación de cómo las lenguas humanas son comprendidas, usadas y aprendidas, y las modificaciones psíquicas que esto implica, además de aproximar un medio de análisis de sus variantes socio-culturales.

El ‘sentido’ que le asignamos a esta posibilidad taxonómica se fundamenta en que, al tomar como respaldo la teoría de la evolución (según una visión actual, no ortodoxa) es posible dar una respuesta a porqué hay tantas lenguas como hay y por qué son como son. De esta forma se eliminan, de alguna manera, las dificultades que sin duda tienen los enfoques lingüísticos seudo-evolutivos, como son el genético (que busca denodadamente un origen común o una lengua original), y el que propone la influencia de la invasión cultural.

La propuesta aquí presentada si bien busca también un origen común, no lo hace desde un origen único, sino desde un origen universal ya que es la única manera de sostener un patrón lógico homogéneo. A la clasificación genética (lingüística) actual, al no acertar con un ancestro común, le es imposible explicar las anomalías seudo-evolutivas que se le presentan paso a paso.

La lógica homogénea (Lógica Transcursiva) que anima a nuestros Sistemas Reales ofrece la posibilidad de considerar a lo social como una ‘composición celular’, que daría sustento tanto a la cultura, como a nivel psíquico a la cognición y a nivel biológico a la vida, para manifestarse en las expresiones sublimes de la subjetividad: vivir, conocer y tener un lenguaje simbólico, probándose así la hipótesis central de este trabajo.

Los supuestos básicos dan lugar a una hipótesis secundaria: el lenguaje natural humano y dentro de él, las distintas lenguas, son producto de una evolución genética manifiesta a través de una variabilidad evolutiva.

[continuará ... ]

¡Nos vemos mañana!