Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 104)

Cuaderno V (páginas 621 a 626)

(Continuamos con la obra de Schopenhauer)

El mundo como representación tiene dos mitades esenciales, necesarias e inseparables; una es el objeto (O), sus formas son el espacio y el tiempo, de donde viene la pluralidad. La otra mitad es el sujeto (S) y no se encuentra colocada en tiempo ni en el espacio, pues existe entera e indivisa, en todo ser que percibe; {todo ser vivo es S, o sea, fuente de cambio} resulta así que, uno solo de estos seres unido al O completa el mundo como representación tan perfectamente como los millones de seres semejantes que existen, pero con solo que desaparezca este ser, el mundo, como representación, deja de existir. [la Teoría final difiere con lo propuesto por SCH en que, tanto S como O comparten el entorno interno (la psiquis), pero no el externo, porque allí, no existen otros sujetos. Todos los seres vivos y todos los objetos que pueblan el universo en donde se despliega la influencia del S, son para ese S, solo objetos, incluido su propio cuerpo. La diferencia que existe entre el S (sujeto subjetivo), único dueño de la realidad subjetiva, y los demás seres vivos, es que estos solo llegan a ser sujetos objetivos (es decir, objetos cualificados), y lo único que los diferencia de los verdaderos objetos (los objetos objetivos) es que, en apariencia, pueden ser fuente de cambios o transformaciones; capacidad que los objetos comunes no poseen. Los objetos verdaderos que tienen representación psíquica son llamados por la LT, objetos subjetivos.]

Ambas mitades son inseparables, hasta para el pensamiento, pues ninguna de ellas tiene sentido ni existencia más que para la otra y por la otra; existen y desaparecen juntas. Se 'tocan' directamente; donde comienza el O termina el S. {en la unidad representativa, el psicocito, es de la misma forma: polo objetivo y polo subjetivo. Se tocan a través de M, el ejecutor del cambio por el movimiento, en el ahora (Ah)}

La comunidad de este límite se manifiesta en que las formas esenciales {atributos primarios}, comunes a todo O, que son el tiempo, el espacio y la causalidad, pueden ser halladas y reconocidas enteramente partiendo del S y sin conocer al O mismo; en el lenguaje de Kant quiere decir, que son conocidas 'a priori'. [obviamente no comparto el sentir de SCH, pues, en la realidad subjetiva nada tiene que ver la causalidad, por lo tanto, no está vigente el principio de razón suficiente, el cual responde a una imposición lógica, filosófica o metafísica para tratar de explicar el pensar como pensamiento lógico.]

Todo O posible está en una relación necesaria con otros Os, de una parte como determinada por ellos y por otra como determinados; esto va tan lejos, que la existencia de todos los Os en cuanto tales, en cuanto representaciones y nada más que representaciones, se reduce enteramente a esta relación mutua y necesaria que existe entre ellos y no consiste más que en esta relación, por lo cual es enteramente relativa. [según la LT, S y O se relacionan exclusivamente por cambios o transformaciones, los cuales son de dos tipos: el superficial o aparente que relaciona Ss y Os objetivos, y el profundo u oculto, que relaciona el S (sujeto subjetivo) a los Os subjetivos. La relación superficial es relativa (porque la simultaneidad lo es, en el mundo físico tridimensional), mientras que la relación profunda puede ser absoluta.]

La diferencia principal entre todas nuestras representaciones es la de lo intuitivo y lo abstracto. Lo abstracto no constituye más que una sola clase de representación: los conceptos, que son propiedad exclusiva del hombre. La facultad que tiene de formarse nociones abstractas ha sido denominada siempre: razón. Las representaciones intuitivas. Estas abrazan todo el mundo visible o el conjunto de la experiencia con las condiciones que las hacen posibles. Fue Kant quien descubrió que estas formas de la experiencia, es decir, lo más general que hay en su percepción, lo que pertenece por el mismo título a todos los fenómenos, a saber: el tiempo y el espacio, no solo puede ser pensado 'in abstracto', sino percibido directamente por sí y con la separación de su contenido. [ya vimos (dos capítulos atrás), cómo, la LT, define la intuición.]

Estas propiedades del tiempo y del espacio sirven de leyes a toda experiencia posible. Considera al tiempo y al espacio en cuanto se los percibe juntos y separados de su contenido, como una clase aparte y distinta de las representaciones. {no estoy de acuerdo} [la LT tampoco lo está, puesto que tiempo y espacio son nada más que conceptos 'a priori', carentes de contenido, que solo sirven para establecer un marco de referencia arbitrario que permita hacer efectiva la ley de la causalidad y poner en vigencia el principio de razón.]

El principio de razón, como ley de causalidad y de motivación, determina la experiencia y como ley de la formación de los juicios determina el pensamiento [lógico], se presenta aquí como el 'principio del ser'. Este constituye en el tiempo la sucesión de sus momentos, y en el espacio la posición de sus parte, determinándose una a otra hasta lo infinito. [tal como lo anticipamos] Para conocer el principio de razón se debe conocer su forma más sencilla: el tiempo. [esta última afirmación termina con las sutiles coincidencias entre SCH y la LT. Se supone que era una severa crítica a Kant, pero, como podemos ver, nunca nadie estuvo más de su parte.]

La sucesión es la forma del principio de razón en el tiempo y es también toda esencia del tiempo. [este tipo de falacia lógica ya la hemos tratado] El espacio no es otra cosa que la posibilidad que tienen sus partes de determinarse recíprocamente entre sí, esto es lo que se llama: situación. [le caben los mismos comentarios por tratarse de un prejuicio lógico.] La materia, como activa, llena el espacio, y como activa el tiempo y su acción sobre el O inmediato (el cuerpo) que también es materia, determina la percepción; en ésta es donde existe exclusivamente, pues no se puede conocer el resultado de la acción de un O material cualesquiera sobre otro O, sino en cuanto el último obra a su vez sobre el O inmediato de distinta manera que obraba antes; a esta acción se reduce el resultado de la primera causa y efecto; he aquí toda la sustancia de la materia: su ser es obrar.

A lo anterior se lo denomina 'actualidad' mejor que 'realidad'. Aquello sobre lo cual obra la materia es también la materia; su existencia y su esencia no consisten, pues, más que en el 'cambio' que una de sus partes produce perpendicularmente sobre otras; es ésta por consiguiente, una existencia puramente relativa y de una relación que no tiene efecto más que dentro de los límites de la materia, exactamente como el tiempo y el espacio. [si bien rescato la preponderancia que le da al cambio, disiento en todo lo demás, pues sigue invocando una serie de prejuicios que poco favorecen la comprensión del fenómeno psíquico, porque directamente, lo deja de lado.]

[continuará ... ]

¡Nos encontramos mañana!