Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 106)

Cuaderno V (páginas 633 a 638)

(Continuamos con Schopenhauer)

El hombre no es un mero sujeto (S) del conocimiento; también tiene su raíz en el mundo, del cual forma parte como individuo, [el hombre, como cualquier ser vivo, forma parte de este universo como sujeto (a nivel psíquico) y no como individuo. En individuo se transforma cuando tiene que adaptarse al medio circundante (a nivel biológico); y en persona, cuando comienza su vida en relación con el otro (a nivel social).] es decir, que su conocimiento, condición y sostén del conjunto del mundo como representación tienen a su vez por condición al cuerpo con sus impresiones que, forman para el entendimiento el punto de partida de su intuición del mundo.

Para el S puramente conocedor, su propio cuerpo es una representación como todas las demás, un objeto (O) entre los Os; desde este punto de vista, las acciones y los movimientos de su cuerpo no les son conocidos de otra manera que los cambios de todos los demás Os de la intuición y permanecerían para él tan extraños y tan incomprensibles si su significación no le fuera revelada de otro modo muy distinto. Vería sus actos seguir los motivos que se prestan, con la sustancia de una ley natural, exactamente como los cambios de los demás Os se producen a consecuencia de causas, de excitaciones y de motivos, más no podría comprender la influencia de los motivos, como no comprende el encadenamiento de los demás efectos con sus causas.

El S que conoce, posee la clave de este enigma: la voluntad. La voluntad es la clave para conocerse a sí mismo como fenómeno; es lo que le revela su significación y le descubre el mecanismo íntimo de su ser, de sus acciones, de sus motivos. [todo estaría muy bien, si no fuera que la voluntad es inconsciente. No hay nada ni nadie que pueda revelar semejante cosa. Si lo damos por 'conocido', es decir, si pretendemos conocernos a nosotros mismos, es porque nos agobia una profunda ignorancia que de alguna manera debemos paliar. El sí mismo es una especie de agujero negro, que muchos han soñado, que algunos pocos han podido calcular, pero que nadie ha visto.]

El sujeto conoscente, cuya individualización resulta de su identificación con su cuerpo, conoce a éste de dos maneras distintas: 1) como representación intuitiva en su entendimiento, como O entre los Os, sometido a sus leyes; y 2) como algo conocido directamente de cada uno y designado con el nombre de voluntad. Todo acto real de su voluntad es al mismo tiempo e infaliblemente un motivo de su cuerpo. [¿y la psiquis para cuándo?] El acto de volición y la acción del cuerpo no son dos estados distintos, conocidos objetivamente y enlazados por el principio de la causalidad; son una misma cosa. [en esto, algo de razón le asiste. Todo lo volitivo tiene que ver con lo biológico y sus funciones; entre ellas, el movimiento, el hito principal a la hora de responder ante un planteo del entorno.]

La acción del cuerpo no es más que el acto de voluntad objetivado, o sea, el acto en forma probable para la intuición. Se verá luego que el cuerpo entero no es más que voluntad objetivada, es decir, convertida en representación. [aquí ya no le acertó demasiado. Que el cuerpo sea voluntad objetivada, no está del todo mal, pero eso tiene que ver, solamente, con un tipo especial de 'representación' que es la que se lleva a cabo en la corteza cerebelar y constituye el sustrato de la memoria operativa, la que maneja los hábitos.] Puede decirse en cierto sentido que la voluntad es el conocimiento a priori del cuerpo, y el cuerpo el conocimiento a posteriori de la voluntad. [este juego de palabras inconducente, encierra alguna que otra trampa. Lo único a priori que puede existir está en relación con el manejo del PAU, es decir, del lenguaje universal que regula y controla toda la realidad subjetiva y nos viene dado hereditariamente. Lo a priori no tiene nada que ver con, por ejemplo, el concepto de espacio y tiempo como seguramente, volverá a invocar el autor. En cuanto a lo a posteriori, no es más que una obviedad.]

El conocimiento que tengo de mi voluntad, aunque es directo, [efectivamente, porque conocer es 'encarnar', vivenciar.] es inseparable de mi cuerpo. La conozco, no en su conjunto, no como un todo, no en su esencia entera, sino en sus actos aislados, en el tiempo, que es la forma del fenómeno de mi cuerpo, como de todo objeto; de suerte que el cuerpo es condición para el conocimiento de la voluntad. Sin el cuerpo ni aún se la puede concebir. Esta identidad de la voluntad y del cuerpo, no puede probarse; no se puede más que hacerla resaltar, elevarla del estado de conocimiento inmediato en concreto al de noción de la razón, y transmitirla al conocimiento en abstracto. (He sido el primero en efectuar este trabajo). [¡vaya petulancia! Si vamos a lo práctico, en realidad, hasta ahora no ha hecho nada en absoluto, como no sea arrojar en algunas cuestiones generales, algo de luz.]

Los actos de voluntad tienen además otro principio: los motivos, pero éstos no determinan más que lo que quiero en tal momento, y tal lugar y en tal circunstancia, pero no lo que quiero o no quiero de una manera general. La volición en sí no está sometida al principio de motivación, que no rige más que su fenómeno en cada momento dado. El motivo basta para explicar el acto bajo la condición indispensable del carácter empírico individual. el fenómeno de la voluntad es el único que está sometido al principio de la razón; [justamente esto es imposible por dos motivos: a) la voluntad es, como ya dijimos, inconsciente, y b) la razón no existe.] la voluntad en sí misma es independiente de él, y en este sentido se puede decir que no tiene razón. [es lo que acabo de decir.] La manifestación de la voluntad debe ser condición necesaria y previa de toda acción del cuerpo. [otra obviedad]

Fenómeno significa representación, [de alguna manera, sí] y nada más; todo representación, todo O es fenómeno. [participa de él; de un hecho, así se nos presenta] La representación, el O, es el fenómeno, la visibilidad, la observación de la voluntad. [también, en cierto sentido]. La voluntad es la sustancia íntima, el núcleo de toda cosa particular, [no, solo de todo ser vivo] como del conjunto. Ella es lo que aparece en al ciega fuerza natural y lo que se muestra en la conducta racional del hombre. [bien lo de la 'ciega fuerza natural', pero muy mal en lo de 'conducta racional del hombre'. Toda conducta, en todo caso, sería 'irracional' porque pertenece exclusivamente al sujeto y no al objeto; entendiendo que la ciencia llama 'racional' al enfoque objetivo; y de una manera similar al comportamiento (su complemento volitivo), toda conducta es de índole instintiva e inconsciente, aunque se les llene la boca a varios, invocando la posibilidad de una conducta y un comportamientos dirigidos por la razón y la inteligencia.]

A priori, el hombre se cree libre en cada uno de sus actos y se imagina que podría en cualquier momento comenzar otro género de vida, mientras que a posteriori, ilustrado por la experiencia, descubre con gran asombre que, lejos de ser libre, es esclavo de la necesidad; [este descubrimiento jamás lo pudo, lo puede, ni lo podrá hacer. Me baso para decir esto en las siguientes relaciones aportadas por SCH: individuo = objeto conocido; S = sujeto cognoscente; necesidad = relación causa - efecto. No se puede ser esclavo de una fantasía, salvo que estemos hablando de un sujeto mitológico, o algo así.] que, a despecho de todas sus resoluciones y de todas sus reflexiones, no cambia de conducta y que, desde el comienzo hasta el fin de su vida, se ve obligado a conservar el mismo carácter que reprueba y, por decirlo así, a desempeñar hasta el desenlace el papel de que está encargado.

La manifestación de la voluntad (aunque ésta en sí no tenga causa) se halla sometida, como fenómeno, a la ley de la necesidad, al principio de la razón. Su acción no tiene motivo, ni está guiada por el conocimiento; hay aquí un primer hecho que nos demuestra que la voluntad puede obrar inconscientemente. [más allá de anticiparse a Freud con este último término y de alguna manera estar de acuerdo con lo que he venido diciendo, todo lo demás es una absoluta contradicción. Si reconoce que la voluntad puede ser inconsciente, jamás puede estar guiada por la razón; y sí lo está por el conocimiento. Lo que definitivamente es un prejuicio, se refiere a que la voluntad está sometida a la ley de la necesidad. Es verdad que responde a una necesidad, que no es otra que la que tiene todo ser vivo: seguir vivo, pero eso no tiene nada que ver con el artilugio causa-efecto, el que no constituye una necesidad, salvo para el pensamiento lógico y la institución social que es la ciencia.]

En los animales, lo que obra es la voluntad, más es una actividad ciega, [en el hombre, en tanto animal, es lo mismo, pero en ningún caso es una actividad ciega, es una actividad guiada por la necesidad de vivir.] a la cual acompaña el conocimiento, pero no la dirige. [error, porque sí lo hace] En el hombre esta misma voluntad trabaja también ciegamente en todas las funciones del cuerpo que no están gobernadas por la consciencia, [nuevamente comete un error, pero en este caso es doble] en todos los procesos vitales (digestión, circulación, secreción, crecimiento, reproducción). No solo las acciones del cuerpo, sino el cuerpo entero es fenómeno de la voluntad, [así es] voluntad objetivada, voluntad concreta; todo lo que se produce en su interior debe producirse por la voluntad, [efectivamente] solo que allí esta voluntad no está dirigida por el conocimiento, [siempre lo está] ni determinada por motivos; obra ciegamente en virtud de ciertas causas llamadas excitaciones. [y otras más, a parte de las señales, como los signos y los símbolos.]

[Rescatamos de toda esta extensa obra de Schopenhauer la visión, aunque por allí ingenua, de la realidad. Esta lectura me sirvió para 'pergeñar' una realidad subjetiva que trascendiera la mera objetividad y dejara atrás la ley de causalidad, la necesidad lógica de la significación, la razón y los conceptos, y se dedicara más a averiguar qué es, para el sujeto, la realidad.]

¡Nos vemos mañana!