Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 258)

Cuaderno XI (páginas 1549 a 1554)

(Hoy exponemos una nueva entrada publicada en Aprend3r el 14/7/2008, y que tiene que ver con uno de los libros más 'inteligentes' que se hayan escrito jamás, me refiero a "Ficciones" que Jorge Luis Borges publicara en 1941)

Ficciones (Primera Parte)

¡No! No estoy pergeñando plagiar a Borges, ni tampoco embarcado en un insoluble análisis literario. El motivo de invocar este título es plantearme si las siete historias narradas en su libro ("Ficciones" de 1941) son ficciones absolutas.



El maestro del género fantástico (o neofantástico como lo llaman algunos), nos lleva de su mano por los caminos desconocidos, aunque no por eso menos obvios, de una realidad que nos lastima con su filosa ambigüedad. Un planteo directo que simula extrañeza; una franqueza atrevida que nos arropa y nos mima; una verdad obstinada que nos enfrenta al eterno fantasma de la posibilidad; en fin, una apariencia que deja de ser tal cuando nos muestra sin tapujos que la realidad lo dijo primero.

Como lo anuncié, no es este un análisis literario sino un abordaje semiótico de una de las siete piezas aquí reunidas. El enfoque semiótico no se refiere a un análisis narrativo (una y mil veces hecho) sino desde la perspectiva de una semiótica que aborda la lógica del sentido.

La pieza elegida es ‘La Biblioteca de Babel’ (aunque casi podría haber sido cualquiera de las otras) en donde, con maestría, nos pinta una realidad que poco tiene de ficción y mucho de fascinación.



Borges plantea un desafío que va más allá de probables mensajes crípticos y lo hace proponiéndonos investigar la verdad y la falsedad; o para ser menos tajantes pero más profundos, la apariencia y la esencia de nuestro universo (biblioteca) que en definitiva es nuestra realidad. El trasfondo de todo el planteo es una búsqueda del sentido pues, éste sin dudas, debe preceder a la verdad o falsedad de algo y sería poco feliz intentar una inversión de esta secuencia puesto que ninguna decisión vital podemos tomar basados en una regla, porque cada decisión es prefigurada para concordar con tal regla; por tanto, si todo puede ser prefigurado para que concuerde con una regla (con una convención), también lo puede ser para que entre en conflicto con ella; de tal forma no existe tal acuerdo (verdad) ni tal conflicto (falsedad).

La lógica del sentido es, entonces, la herramienta idónea para escrutar, en forma directa, nuestra realidad. Para poder utilizarla tenemos que estar dispuestos a abandonar las convenciones y sin pruritos tautológicos, enfrentar la descarnada realidad tal cual se presenta. Como nos la presenta Borges en cada pasaje, por mínimo que sea, de sus medulares escritos.

Muchísimos han sido los intentos de ‘descifrar’ el contenido de esta singular historia (nuestra historia). Estos intentos han surgido con distintas tendencias y han esgrimido variados argumentos desde los matemáticos hasta los cabalísticos (recordar la afición de Borges por este tema). No vamos a pasar revista a todos ellos porque no haríamos ningún aporte diferenciador, sino que vamos a tomar un análisis lógico tradicional de los puntos clave para poderlo contrastar con nuestra propuesta.

Hay variados y muy buenos análisis lógicos de la Biblioteca; tomaremos como referencia uno aparecido en la versión electrónica de la revista NEXOS en el Nro. 356 de Agosto de 2007 y cuyo autor es Salomón Derreza. En este artículo, según lo manifiesta el autor, se intenta ‘solucionar la paradoja de Babel’. La forma en que lo intenta (con un éxito convencional) es mediante la lógica a la que tilda de poco ‘imaginativa’ y omnisciente pero que justifica por presuponer que la Biblioteca de Babel estaría construida de matemáticas y ciencia (¡o sea de convenciones!).

Como Borges, muy hábilmente, plantea un par de axiomas (que probablemente constituyan solo un homenaje a Descartes), da pie para que se intente aplicar las reglas de la lógica formal. Reiteradamente (y hasta frenéticamente diría yo) Borges indica que la Biblioteca es finita e infinita al mismo tiempo. La Biblioteca es la metáfora que usa para referirse al universo (lo dice explícitamente) y entonces queda planteado el dilema ‘aparente’ de si el universo es finito o infinito, o mejor, ambas cosas; y la supuesta paradoja es ¿cómo postula una biblioteca infinita, construida sobre axiomas que solo le permiten ser finita?

Lejos de estar infectada la Biblioteca, por algún germen de la inconsistencia, goza de ‘eterna’ salud y el planteo jamás puede tildarse de poco inteligente, en exceso imaginativo y mucho menos carente de imaginación. Sí es carente absolutamente de esto último, el presuntuoso análisis lógico tradicional que pretende dar una supuesta e ingenua solución en donde no existe un problema.

Veamos sucintamente en qué se basa el análisis tradicional. Que la Biblioteca es finita lo prueban los dos axiomas: a) El de la permutabilidad limitada: el número de símbolos es 25 y por tanto hay una cantidad grande pero limitada de libros; y b) El de la irrepetibilidad: no hay en la Biblioteca dos libros idénticos.

Que la Biblioteca es modestamente infinita lo sugieren “solo las afirmaciones e insinuaciones, meros actos de fe, sin prueba alguna”, según reza el autor del análisis lógico.

Para un remate con grandes luminarias se analiza el párrafo final del relato: “Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La Biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repito, sería un orden: el ORDEN). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza”; y se sentencia el derrumbe de la fastuosa construcción no teniendo piedad ni siquiera por el hecho de representar una metáfora (que no es comprendida) adornada por un par de axiomas que los incluye solo por diversión. Para terminar, reproduzco textualmente las conclusiones a las que arriba este modesto análisis, antes de proponer su ingenua solución: “Así, en una misma página atroz, Borges clausura toda esperanza de rescatar la consistencia de la Biblioteca y prefigura, de una sádica vez, las dos formas de aniquilamiento que le están deparadas: ‘Si es limitada – parece decirnos -, no es repetible, pues por fuerza, tendría que admitir la existencia de al menos un libro infinito’. De forma brutal {el destacado es mío} nos revela que los axiomas sobre los que se levanta su formidable constructo son mutuamente excluyentes, y, en un corolario terrible nos maldice {el destacado es mío}: Jamás lograrán crear una biblioteca infinita que se sostenga sobre sus propios axiomas – ¡Jamás!” Esta ‘incuestionable’ conclusión tuvo lugar por no respetar ni comprender, la solución propuesta por Borges, que es ‘la solución’.

Nadie puede crear una biblioteca infinita, ni nada infinito; y si se pudiera (cosa que ni la lógica formal puede a pesar de Cantor) no habría como corroborarlo pues el observador que lo está proponiendo está ‘infectado’ de finitud. Esta última aseveración demuestra de la misma forma brutal que el análisis formal es inconsistente consigo mismo; dicho con palabras más simples: el sistema formal es convencional; es una regla prefijada que se lleva muy mal aun con la realidad más burda.

La lógica tradicional no puede explicar nada de la auténtica realidad; solo predice, aventura y esquematiza un universo teórico, perfecto y estéril. Lo que Borges nos dice a gritos en esas escasas páginas es que, precisamente, la lógica convencional no es la solución, sino que pasa por una lógica que excede el ‘binarismo oficial’.

Los grandes misterios de nuestra realidad jamás serán explicados (y eso es lo que se nos muestra en este texto borgeano) por axiomas porque, para colmo de males, éstos son leyes que son aceptadas sin demostración (por decreto), violando así la regla de oro de todo aparato formal. Es como querer cazar un elefante con una pinza de depilar, mirándolo a través de un binocular colocado al revés: axiomáticamente esto es posible; realmente ¡NO!

[continuará …]

¡Nos encontramos mañana!