Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 351)

Cuaderno XV (páginas 2109 a 2116)

(Hoy veremos un aporte importante para el libro de Psicolingüística que voy a escribir basado en mi Tesis Doctoral. Se trata de la propuesta de un modelo de producción del lenguaje (18/4/2012))

PROPUESTA DE UN MODELO DE PRODUCCIÓN

Si bien, como ya adelantáramos, a diferencia del lenguaje convencional, no existe una producción en tanto tal del lenguaje natural humano, en este punto vamos a sugerir un modelo de producción del lenguaje convencional a punto de partida del ‘empalme’ con el lenguaje natural, es decir, cómo es que uno se ‘transforma’ en el otro.


UN MODELO DE PRODUCCIÓN
Referencias: LU = lenguaje universal - LMU = lengua materna universal - LMC = lengua materna convencional
LC = lenguaje cotidiano - SVO = subjetivón - LMN = lengua materna natural - PAF = patrón de acción fijo

Podemos observar en la figura anterior que el modelo propuesto cubre dos aspectos bien diferenciados. Por un lado, trata con el dominio de la palabra psíquica, es decir, lo cognitivo y por tanto de naturaleza mayormente inconsciente; y por otro, con el dominio de la palabra convencional, en donde impera la voluntad consciente.

Por otro lado, el modelo puede dividirse en tres fases específicas:
1). Fase semiótica o del sentido que abarca en su totalidad el dominio cognitivo.

El dominio volitivo o del significado, a su vez se divide en:
2). Fase semántica o la del significado literal o de aquello de lo que se habla.
3). Fase pragmática o la del significado real o de aquello que se quiere decir.

La fase semiótica esta condicionada por la Lógica Transcursiva, mientras que la fase semántica lo está por la lógica formal de la enunciación; finalmente, la fase pragmática se ajusta a los designios de la lógica informal de la argumentación. Estas ataduras lógicas hacen que la fase semiótica oficie de continente de las otras dos, que constituyen su contenido ocasional frente a una situación comunicativa determinada.

El único residente en la fase semiótica es el sujeto. La fase semántica está habitada por el individuo y la fase pragmática por el grupo. Por tanto, el objetivo a controlar por la fase semiótica es la vida (biológica, psíquica y social); la fase semántica tiene a su cargo las relaciones del individuo con el entorno, quedando para la fase pragmática, el control de las relaciones con los otros, esto es, con la sociedad.

La fase semiótica es contextura dependiente, en cambio, la fase semántica es dependiente del co-texto o contexto lingüístico, mientras que la fase pragmática es contexto dependiente.

La lengua materna universal, aquella que deriva del lenguaje universal es la rectora de la fase semiótica. La gramática, representada por la lengua materna convencional, dicta las reglas del ‘buen hablar’ que institucionalizan la fase semántica, y las normas comunicacionales puestas en evidencia mediante el lenguaje cotidiano en sus diversos géneros, rigen la fase pragmática.

El modelo muestra cómo se elabora la palabra (fase semiótica) y una vez elaborada, cómo se proyecta en una acción estratégica (fase semántica) con el fin de obtener un resultado táctico. En otros términos, qué hay que hacer para convivir, o sea, para seguir vivos socialmente a través del reconocimiento de los demás; cuestión esta que aunque depende de nuestra conducta está fuertemente condicionada por cómo nos comuniquemos con el otro, algo que como ya sabemos, queda completamente expresado, por ejemplo, en la cortesía.

El mecanismo específico propuesto en este modelo comienza con la percepción, ya sea de una proferencia o acto de emisión realizado por otro, al cual tenemos que contestar, o la percepción de una situación comunicativa que requiera de nuestra intervención como hablantes. Esta percepción que se encuentra restringida por el subjetivón heredado de nuestra madre, es decir, por su forma de ‘ver’ la realidad subjetiva, genera en primer lugar, una estructura psíquica acorde y ajustada al tiempo cronológico, representada por una idea, y en segundo lugar, da lugar a la constitución de una estructura cognitiva base: la especie.

La especie, bajo la estricta vigilancia de la lengua materna universal, representada por el subjetivón, permite la elaboración de la lengua materna natural. Por otro lado, la idea, lo estructural, se funcionaliza dando lugar al pensamiento, el que ajustándose a lo establecido por la lengua materna natural, confluye sobre las estructuras corticales para dejar establecido el depurado mecanismo que permitirá preparar todo lo necesario para la emisión de la palabra. Este mecanismo, una vez adecuado a la emisión deseada, se semiautomatiza para poder ser usado cuando haya que utilizar palabras semejantes en cuanto a su significado, aquel que fuimos adquiriendo por imitación de nuestros mayores. A este mecanismo lo hemos llamado PAF glosokinético.

El apelativo de glosokinético asignado al PAF que sirve de empalme entre la lengua materna natural y la lengua materna convencional, es cuasi-inapropiado, pues el significado etimológico hace referencia a los movimientos de la lengua y lo cierto es que menos del 10% de la comunicación se hace con palabras. Casi un 40% se transmite a través de las inflexiones de la voz, y alrededor del 50% restante, por medio del lenguaje corporal, que incluye: las posturas, los gestos, los movimientos de las manos, de los ojos y aún los movimientos respiratorios. Por las razones anteriores, aquí, el término glosokinético incluye todo lo anterior y así puede representar el engarce del sujeto social (el individuo) dentro de su rol personal, lo cual le indica: cómo, cuándo y dónde hablar, dando cumplimiento a la función de la fase semántica de este modelo.

Finalmente, ingresando en la fase pragmática, la persona o actor social adoptando su rol social, adecua su comunicación según una determinada intención que lleva como propósito el lograr un determinado efecto en su interlocutor, o sea, una justificación del para qué decir.

La procedencia del modelo presentado se corrobora, si se tiene en cuenta que podemos con él apoyar la sugerencia de Platón, la cual asevera con otros términos, que no es lo mismo tener algo que decir, que tener que decir algo. Con este modelo es posible tanto definir el ‘tener algo que decir’ como producto de una integración estratégico-táctica de lo dicho, como el dicho sin fundamentos, que surge espontáneamente sin ninguna intencionalidad, y todo esto sin tener que apelar a implicaciones o implicaturas que carecen absolutamente de respaldo en la realidad subjetiva.

¡Nos vemos mañana!