Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 330)

Cuaderno XIV (páginas 1985 a 1990)

(En este capítulo abordaremos la última parte del tema de la categorización en las teorías que consideran al lenguaje como una red conceptual)

ESQUEMA DE IMÁGENES DE JOHNSON

La crisis que denuncia Johnson en la teoría del significado y la racionalidad (Johnson, 1987, p. ix), la atribuye a la falta de imaginación y según él, sin ella, nada en el mundo puede ser significativo, jamás le encontraríamos sentido a nuestra experiencia, ni podríamos orientar la razón hacia el conocimiento de la realidad. La imaginación, para este autor, juega un rol importante en el descubrimiento, en la invención y en la creatividad y, a pesar de ello, nunca fue vista como esencial para estructurar la racionalidad. Por tanto, ve como indispensable su inclusión en las teorías de la mente, del lenguaje y del conocimiento.

Responsabiliza al objetivismo de este ‘retraso’ en el tratamiento de la imaginación como elemento esencial. De todos los fenómenos explorados que lista en su investigación, para desafiar el punto de vista objetivista, nos detendremos en el único que nos interesa analizar en este capítulo: la categorización (op. cit., p. xi).

Las categorías objetivistas están definidas por las condiciones suficientes y necesarias que tienen que cumplir las propiedades de sus miembros constituyentes. Johnson se opone a esto diciendo que muy pocas de nuestras categorías responden a esta visión clásica; la mayoría de ellas incluye estructuras imaginativas del entendimiento, tales como: esquemas, metáforas, metonimias e imaginería mental.

Por otro lado, estas estructuras típicamente dependen de la naturaleza del cuerpo humano y su esencia es tal que no corresponden directamente a nada que sea externo a la experiencia humana.
Johnson establece que se debe ‘colocar nuevamente el cuerpo dentro de la mente’, ya que las estructuras de la imaginación y del entendimiento emergen de nuestra experiencia corporeizada.

Dado que ya hemos tratado con las categorías que surgen de las llamadas por Johnson estructuras imaginativas del entendimiento y hemos demostrado su improcedencia a la hora de estructurar procesos psíquicos, nos quedan por analizar, brevemente, los argumentos esgrimidos por el autor para justificar esta visión particular que tiene sobre la estructuración y funcionamiento cognitivos.

Desde esta perspectiva, los esquemas son vistos como una ‘porción’ del ciclo perceptivo, modificable por la experiencia y formando parte del sistema nervioso como arreglos de estructuras fisiológicas y procesos distribuidos a través de todo el sistema sensomotor. Estas estructuras no son rígidas o estáticas, sino que alteran su disposición cuando son aplicadas a una situación particular. Así, un esquema no es solo ‘el plan’, sino el ejecutor del plan. Es tanto un patrón de acción, como un patrón para la acción.

Los esquemas de imágenes, al ser caracterizados según lo vimos anteriormente, pretenden dejar claro que no son proposicionales (op. cit., p. 23), es decir, que no son estructuras abstractas tipo sujeto-predicado que especifiquen condiciones de verdad a ser satisfechas, ni tampoco serían ‘imágenes mentales’ concretas, sino más bien estructuras que organizan nuestras representaciones mentales a un nivel más general y abstracto que una simple ‘imagen mental’, que el autor equipara a los pensamientos, al asegurar que son estructuras que organizan nuestra experiencia y comprensión.

Sin entrar en detalles sobre los distintos esquemas, diremos que solo tienen coherencia cuando son considerados como patrones organizadores de una actividad dada, o sea, como un patrón de acción y en este sentido, tienen bastante relación con nuestros PAFS (o patrones de acción fijos), claro que solo en lo atinente a su disposición y significado inmediato, porque en nuestro caso, no representan estructuras cognitivas, sino elementos estructurados dinámicamente para el manejo volitivo.

Todo lo referido a lo de ‘cognitivo’ que supuestamente tienen estas disposiciones, carece de fundamento lógico y fenomenológico. No tienen fundamento lógico porque si bien se trata de ‘huir’ de la lógica aristotélica diciendo y no demostrando que no son proposicionales, no se ofrece absolutamente nada a cambio que explique las relaciones que se quieren representar. Tampoco tienen fundamento fenomenológico, porque todos los ‘experimentos’ psicolingüísticos realizados para demostrar la existencia psicológica de estos esquemas, dada su pobreza metodológica (solo medición de tiempos que supuestamente representan procesos psíquicos no caracterizados), no son aptos para demostrar tal existencia, ni su funcionamiento, en el caso de que así fuera.

SEMÁNTICA DE MARCOS DE MINSKY & FILLMORE 

La semántica de marcos tiene sus antecedentes en la 'Gramática de casos' elaborada por Fillmore en 1968 y en el trabajo de Minsky, 'Teoría de marcos' de 1975.

La 'Gramática de casos' surge en el contexto de la gramática transformacional chomskyana con el objeto de estudiar la distribución y movimiento de los sintagmas nominales. Según el autor, es cuestionable la tradicional división entre sujeto y predicado que supuestamente alcanza a todas las lenguas, ya que esta división es una importación, dentro de la lingüística desde la lógica formal, de un concepto que no se puede aplicar a todos los hechos lingüísticos (Fillmore, 1968, p. 38). Según esta teoría, la predicación está constituida por un verbo que se combina con uno o varios papeles temáticos (el agente, el tema o el instrumental, por ejemplo) que toman la forma de sintagmas nominales y su distribución está dada en el caso gramatical; propiedad obligatoria de todo sintagma nominal para que la predicación no se convierta en agramatical. El caso es quien asigna una función gramatical específica a cada sintagma.

Minsky en su 'Teoría de marcos' trata de explicar un posible mecanismo de adquisición del conocimiento y su representación, de manera que se pueda implementar en una computadora para lograr los mismos efectos que se observan en las mentes inteligentes, todo esto en el contexto de una inteligencia artificial naciente. En este trabajo, Minsky analiza cómo podría representarse la información adquirida mediante la visión, pero también habla sobre las palabras, las sentencias y el significado, además del discurso.

Un marco, para este autor, es una estructura de datos para representar una situación estereotipada, en donde se asocian distintos tipos de información, incluida la pertinente para saber cómo se debe usar este marco. Minsky imagina el marco como una red de nodos y relaciones (1975, p. 104). Los ‘niveles altos’ del marco son fijos y representan cosas que son siempre verdaderas respecto de una determinada situación. Los niveles inferiores tienen varios terminales, que son una especie de ‘ranura’ en donde encajan datos o instancias específicos. Cada terminal debe cumplir una serie de especificaciones para que se le asigne una información concreta (la asignación en sí misma es un sub-marco). Hay marcadores que establecen las condiciones en que se debe hacer una asignación a un terminal para representar una persona, un objeto, un valor determinado o un sub-marco de cierto tipo. Las relaciones complejas entre las cosas pueden representarse haciendo asignaciones a varios terminales.

Cuando habla del discurso (op. cit., p. 110), en donde intervienen cualquier evento, acción o cambio, manejando un gran flujo de información, propone representarlo, en primera instancia, mediante la aproximación de dos marcos de eventos generalizados. Este sistema de marcos puede tener ‘ranuras’ para agentes, instrumentales, precondiciones o trayectorias generalizadas como en los verbos transitivos de la 'Gramática de casos', pero con el aditamento de una mayor flexibilidad para representar los cambios explícitos.

Fillmore propone su 'semántica de marcos' o la 'semántica del entendimiento', como también la llama, como un programa de investigación en semántica, pero empírica en vez de formal (1982, p. 111), aunque reconoce que se la podría catalogar de pre-formal. Para ello utiliza el concepto de marco que representa cualquier sistema de conceptos relacionados de tal manera, que al comprender uno de ellos es posible comprender toda la estructura en donde él encaja. De alguna manera, usa el término marco como sinónimo de otras propuestas hechas en las teorías de la comprensión del lenguaje natural humano, como: esquema, guión, escenario, andamio, modelo cognitivo, etc.

Si bien el concepto de marco tiene un fuerte arraigo en su teoría del caso, no se puede negar la relación directa que también tiene con la teoría de Minsky, algo que Fillmore nunca reconoció.

Según hemos podido ver a lo largo del escueto resumen realizado, todas estas propuestas tienen un solo destinatario: un programa de computadora que permita, a través de estas buenas sistematizaciones, lograr resultados que imiten la capacidad humana de manejar el lenguaje en su aspecto semántico. Para lograr esto, necesariamente, se debe adherir a los preceptos simbólicos de la lógica binaria y por lo tanto, respetar las leyes aristotélicas que solo permiten manejar las categorías clásicas. Lo anterior, obviamente, deja fuera de consideración esta propuesta como un posible recurso para investigar la psiquis, tanto en su estructura como en su función, ya que su fundamento es estrictamente computacional.

ESPACIOS CONCEPTUALES DE GARDENFORS

La 'geometría del pensamiento' como llama su autor a la teoría de los espacios conceptuales fue desarrollada como un marco de referencia para la representación de la información conceptual, siendo una propuesta de corte constructivo dentro de las ciencias cognitivas, que se asume útil para explicar algunos aspectos conocidos en la representación de la información en varios sistemas biológicos, lo cual posibilitaría ligarla con los hallazgos empíricos logrados en psicología y en la neurociencia contraponiéndola así a los modelos simbólicos y conexionistas.

Diferencia la interpretación de las ‘dimensiones reales’ desde lo fenoménico (psicológico) y desde lo científico (desde una teoría). Dice que la falta de correspondencia entre la realidad y su pretendida representación se debe a que las dimensiones que deberían ser representadas desde el punto de vista psicológico (la cualidad, p.e.), se la termina representando científicamente, es decir, a través de la aplicación de una teoría. [Que es precisamente lo que él está intentando hacer]

El autor diferencia tres tipos de representaciones: a) simbólica; b) sub- conceptual y c) conceptual. La representación simbólica es parte de la metodología de investigación en inteligencia artificial y son sus investigadores centrales: Fodor (1981) y Pylyshyn (1984), y consiste en la manipulación de símbolos de acuerdo con reglas explícitas ad hoc. Estos símbolos son concatenados hasta formar una expresión en un supuesto lenguaje del pensamiento (Fodor, 1975, p. 100) conocido como mentalés [Por lenguaje mental innato, universal y privado (lingua mentis), en contraposición al lenguaje natural adquirido y público], distinto al lenguaje natural y cuyas sentencias serían creencias o pensamientos de un agente determinado. Así, el contenido de una expresión en un lenguaje natural sería representada por una expresión en mentalés.

La representación sub-conceptual constituye el soporte del conexionismo o aquella corriente que dio lugar a otra herramienta utilizada en inteligencia artificial, las redes neuronales artificiales, en donde los ‘procesos cognitivos’ no estarían representados por símbolos, sino por una dinámica de patrones de actividad que ‘transita’ por las redes.

La representación conceptual, en la propuesta hecha por el autor, ocupa un lugar entre las dos anteriores y sus unidades fundamentales de representación serían las dimensiones que configuran los espacios conceptuales, en donde la información debe estar clasificada en dominios.

Estos dominios, según sugiere este investigador, tienen un amplio soporte de su especificidad en el cerebro, desde la neurofisiología y la neuropsicología. Esta apreciación surge de su creencia en que el conocimiento sobre las categorías está sustentado en las regiones cerebrales sensomotoras, luego el daño de alguna de estas regiones, ‘destruye los procesos cognitivos’ que usa esa región para el análisis de la percepción.

Con escasos e infundados argumentos, el autor sostiene que la aplicabilidad de estos tres niveles de representación reproduce groseramente las etapas evolutivas de las capacidades cognitivas de los animales.

La conexión de esta teoría con las neurociencias parece que está en algunos trabajos publicados por investigadores como Pellionisz y Llinás (1980), entre otros, que sugieren la posibilidad de que el sistema nervioso registre la información mediante una especie de vector (una representación geométrica de una magnitud). Como los espacios conceptuales aquí definidos son construcciones geométricas, bien podrían ser un modo de representación utilizado por los procesos mentales superiores.

No detallaremos todos los prejuicios que dan lugar al soporte teórico de esta propuesta; analizaremos solo uno, ya que quizás sea el de más grueso calibre: aprendiendo conceptos. Según Gardenfors (2000, p. 148) el rol cognitivo fundamental que cumplen los conceptos es de servir de puente entre las percepciones y la acción. Un ejemplo sería una toma de decisión, en donde la percepción es categorizada y esa categoría elegida determina la selección de la acción respectiva. Este sería el rol de los conceptos en los animales inferiores. En los humanos y en muchos otros animales superiores, la cognición es dominada por otros modos más directos que no solo son disparados por la percepción. Son estos procesos cognitivos – nos sigue diciendo el autor – los que tienen una función en el razonamiento y actúan de esta manera, independientemente, de la percepción. Luego, dado que no nacemos con nuestros conceptos, debemos aprenderlos, algo que hacemos con la experiencia y la capacidad que tenemos de generalizar desde una serie finita de conceptos más simples; de esta manera se formaría la estructura cognitiva.

Se asume que desde esta simple plataforma se puede abordar ontológicamente el significado. Esto es así desde que la semántica es considerada como la relación entre las expresiones lingüísticas y la estructura cognitiva y que los espacios conceptuales son vistos como un marco apropiado para dar cabida a dicha estructura.

Esta teoría puede abordar el significado porque acepta los principios básicos de la semántica cognitiva, a saber:

i) El significado es una estructura conceptual en un sistema cognitivo y no condiciones de verdad en ‘mundos posibles’.

ii) Las estructuras conceptuales son corporeizadas, es decir, el significado no es independiente de la percepción o de la experiencia corporal.

iii) Los elementos semánticos son construidos desde estructuras geométricas o topológicas y no derivan de símbolos que son compuestos según cierto sistema de reglas.

iv) Los modelos cognitivos son primariamente esquemas de imágenes, esto es, no proposicionales, que pueden ser modificados mediante operaciones metafóricas y metonímicas.

v) La semántica está primero que la sintaxis y en parte la determina. La sintaxis no puede ser descrita independientemente de la semántica.

vi) Los conceptos muestran efectos prototípicos en vez de seguir el paradigma aristotélico basado en condiciones necesarias y suficientes.

Con todo lo dicho queda muy claro cuál es el canon central de esta propuesta: el significado es una entidad mental en donde “los referentes de las palabras son identificados con estructuras conceptuales dentro de la cabeza de la gente” (sic) (op. cit., p. 236).

Resumiendo entonces, a nivel conceptual, según lo ve el autor de esta teoría, las estructuras centrales de representación serían los espacios conceptuales que consisten en un número de dominios con ciertas estructuras geométricas o topológicas. Los elementos representacionales básicos de los espacios conceptuales son los puntos. Matemáticamente, los puntos en espacios dimensionales pueden ser vistos como vectores. Luego, los cálculos en el nivel conceptual implican cálculos vectoriales, con lo que se lo prepara para ser implementado en un programa de computadora. Las propiedades geométricas de los vectores le confieren, a los conceptos, las capacidades básicas de representación.

Finalmente, el autor reconoce (op. cit., p. 294) que se necesita una nueva metodología, ya que la teoría de la representación basada en los espacios conceptuales es más un programa de investigación con una gran cantidad de ‘huecos’, que una teoría bien elaborada. Esto es atribuido por el autor a la falta de conocimientos que tenemos sobre la relevancia de la cualidad de las dimensiones. De todas maneras, sigue insistiendo que para comprender mejor la estructura de nuestros pensamientos y así poder construir sistemas artificiales con capacidades cognitivas similares [Único propósito que llevan todas las teorías presentadas por las Ciencias Cognitivas, sin excepción] , deberíamos descubrir nuestros espacios conceptuales.

Debido a que esta propuesta la considero una especie de ‘amasijo’ compuesto de restos de todas las teorías vistas anteriormente, es que arrastra las inconsistencias categoriales ya analizadas, por tanto no puede ser considerada como una posibilidad de análisis de la estructura y función psíquicas.

¡Nos vemos mañana!