Historia de la Lógica Transcursiva (Capítulo 304)

Cuaderno XIII (páginas 1827 a 1832)

(Hoy analizaremos el enfoque lógico-transcursivo de la corteza cerebral y mostraremos cómo pesquisar el lenguaje universal en la realidad psíquica)


La actividad organizativa de la corteza genera un espacio funcional desde donde se controlan las estrategias motoras. Este espacio, la psiquis, emerge de una interrelación neuronal altamente especializada y constituye el lugar en donde se ‘alojarán’ ideas y pensamientos. La lógica transcursiva define como su unidad lógico-operativa, el psicocito (o célula psíquica {Llamada así en homenaje a Santiago Ramón y Cajal, quien en 1892 bautizara con este apelativo, a las células piramidales que él descubrió en la corteza prefrontal (a las que también llamó las mariposas del alma) y que considerara como el sustrato idóneo de las funciones psíquicas superiores (pensamiento, percepción, memoria)}).

Este arreglo de ocho unidades fuertemente interrelacionadas puede dejar constancia del funcionamiento y disposición neurológica de acuerdo a lo expuesto en este trabajo y preparar la estructura para el funcionamiento psíquico. La figura nos muestra ocho neuronas hipotéticas interconectadas de tal forma que se hace posible ‘representar’ en tal matriz, los niveles superficial y profundo de la realidad planteada anteriormente.

Los planos en la figura representan la secuencia de cómo se lleva a cabo el registro. Vemos la semejanza estructural con la corteza natural. Para fundamentar la propuesta se puede decir que, según esta disposición, y de acuerdo a la disponibilidad neuronal real, habría capacidad, en el cerebro, para registrar 120 copias de 100 años de la vida de un hombre, tomando una ‘muestra’ de su realidad cada 25 mseg (40 Hz). De todas maneras, debe quedar claro, que el cerebro NO ES UNA COMPUTADORA, ya que es capaz de procesar, por segundo, información equivalente a la procesada por 15000 computadoras de las más poderosas del mundo.


El sistema Psico-interno tiene la función de ‘sostener’ el reconocimiento de la frontera entre lo interior y lo exterior y relacionar este ‘conocimiento’ con el entorno. En él residen todos los aspectos subjetivos (volitivos y cognitivos).

Su unidad estructural es el FREN que está integrado por una tríada superficial dextrógira (SVO) y una profunda levógira (O∇S). Esta descripción es lo que ‘se ve’ (lo punteado de la figura es esencialmente invisible). En la figura de la derecha-arriba se puede apreciar el triángulo (dextrógiro) que liga las ‘contexturas visibles’ y con ellas las identidades aparentes u objetivas; y el trifolio (levógiro) que reúne las identidades complementarias (subjetivas) que habitan la contextura oculta o profunda (la que no se ve). Los bucles son perfectamente sincrónicos y absolutamente equivalentes desde el punto de vista topológico; son homeomorfos.

Esta nueva disposición del FREN pone en evidencia la composición íntima de las identidades; o sea, la coexistencia de sus dos polos: el objetivo (aparente) representado por la estructura superficial y el subjetivo (oculto) representado por la estructura profunda. Quedan conformados así seis vértices que forman un espacio hexagonal, homeomorfo con los otros dos (arriba al centro: la conversión topológica de los tres espacios = triángulo → hexágono → trifolio). Esta geometría funcional representa, en total homología, la realidad circundante (tanto socio-cultural como biológica), lo cual certifica que en el fondo subyace la misma lógica.

[continuará ... ]

¡Nos encontramos mañana!